Marcos Lema-El Confidencial
- Los ingresos reales de las familias caen un 4,3% en España desde la irrupción del coronavirus, mientras que en el conjunto de los países desarrollados aumentan un 3,4%
Las familias españolas han sido las más perjudicadas por la crisis económica del coronavirus en todo el mundo desarrollado. Ningún otro país de entre los más avanzados del planeta ha sufrido un hachazo similar a los ingresos reales de sus hogares. Desde el primer trimestre de 2020 —cuando irrumpió la pandemia— hasta el segundo de 2021 —el último del que hay datos—, la renta disponible cayó un 4,3%. Y la tendencia no hace más que agravarse en plena tormenta inflacionista.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), los ingresos de las familias de las 38 naciones más ricas aumentaron un 3,4% de media durante ese periodo. Solo Austria, Alemania, Finlandia y el Reino Unido presentan una evolución negativa, aunque con descensos más moderados que nuestro país. Mientras los españoles perdían poder adquisitivo a pasos agigantados, sus vecinos portugueses (0,4%), franceses (2%) e italianos (1,2%) lo ganaban.
Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas —la fundación de estudios de las antiguas cajas de ahorros—, apunta tres razones para explicar la progresiva depauperación: unas transferencias fiscales insuficientes, una tasa de temporalidad laboral muy superior a la de nuestro entorno y, ya en los últimos meses, una inflación desbocada. El origen del problema está en las dos primeras, pero su persistencia en el tiempo dependerá de esta última.
Los ingresos de las familias españolas están secuestrados por el ciclo económico. La cuarta economía de la zona euro necesita crecer para crear empleo, mas lo destruye a pasos agigantados cuando vienen mal dadas. Y, pese a que esta vez los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) han limitado la reducción de puestos de trabajo —principal fuente de rentas para los hogares—, no han podido evitar la merma de los ingresos. No es lo mismo cobrar el 100% del sueldo que el 70% o la mitad, sobre todo cuando no existen medidas adicionales para compensar el tijeretazo.
Esto es lo que pasó en el primer momento de la pandemia. Con un menor músculo fiscal que sus vecinos, España se quedó rezagada durante el confinamiento —uno de los más estrictos del mundo— y, desde entonces, las familias de nuestro país no han salido del furgón de cola. En el segundo trimestre de 2020, los hogares españoles sufrieron la segunda mayor caída de rentas de la OCDE, solo por detrás de Austria y cuatro veces más que la media. Pese al gran repunte del tercer trimestre, acabaron aquel verano con el mayor hachazo entre los países desarrollados.
La explicación entonces resultaba muy sencilla: la evolución del PIB y la de la renta familiar coincidían, y dibujaba una V, un poco más suave en el segundo caso. «En España existe un comportamiento procíclico que no se da en otros países, donde los dispositivos fiscales de transferencia de rentas son más potentes y están más desarrollados. Esto les ha ayudado mucho», resume Carbó. La alta tasa de contratos temporales hizo el resto: el 80% del impacto laboral de la crisis en el segundo trimestre afectó a trabajadores en estas condiciones, y muchos de ellos no pudieron acogerse a los ERTE o cobrar el paro.
Las políticas públicas para paliar la depauperación de las economías familiares resultaron insuficientes, más allá de los expedientes de regulación temporal de empleo y el cese de actividad para los autónomos. Nada que ver con las de, por ejemplo, Estados Unidos, donde el hundimiento del PIB no impidió que la renta de los hogares se disparase a doble dígito entre abril y junio de 2020 respecto al trimestre anterior. La economía norteamericana estaba dopada: el país había aprobado el mayor estímulo fiscal de su historia, que incluía transferencias directas a los ciudadanos.
Ahora la explicación ya no resulta tan sencilla. Con el avance de la pandemia, el PIB y la renta familiar se han ido divorciando. La recuperación económica y del empleo en España no ha llegado a los hogares, que acumulan tres trimestres consecutivos con sus ingresos a la baja. Somos el único país, de los 22 para los que existen datos, en el que ocurre algo similar. Y el único de nuestro entorno que sufrió una merma de rentas en el segundo trimestre de 2021 (-1,2%), mientras las familias alemanas (0,2%), portuguesas (1%), francesas (0,6%) o italianas (0,1%) ganaban poder adquisitivo.
Es cierto que no todas las naciones cumplen el mismo patrón: en Estados Unidos, la renta disponible de los hogares se desplomó un 8,4% durante ese periodo, siete veces más que en España, lo que disparó la merma del conjunto de la OCDE hasta el 3,8%. Pero, en el caso de la principal economía del mundo, según señala el propio organismo en una nota, el hachazo se debió al fin de los ambiciosos programas fiscales para luchar contra la pandemia. En España, en cambio, la ratio de transferencias netas a los hogares aumentó entre abril y junio respecto al trimestre anterior. La progresiva recuperación del empleo y del PIB no ha impedido que el Gobierno extienda los ERTE y las demás ayudas. Poco importa: ahora el recorte al poder adquisitivo de las familias empieza a venir por otro lado.
La inflación puede dar la puntilla
La inflación está perpetuando el problema que creó el paro y no pudo paliar la insuficiencia del Estado. España empezó a sufrir en el segundo trimestre una escalada de precios sin parangón entre sus vecinos: el IPC interanual escaló en junio hasta el 2,5%, seis veces más que en enero y seis décimas más que en el conjunto de la zona euro. Al mismo tiempo, en Portugal entraba en terreno negativo.
El dato es fundamental para entender la deriva de la renta disponible. Esta se expresa en términos reales, es decir, está ajustada a los cambios en el poder adquisitivo como consecuencia de la variación de los precios. Si los ingresos de las unidades familiares suben, pero la cesta de la compra también, el resultado es que ambos se neutralizan. Y todo apunta a que eso es, exactamente, lo que está pasando.
Según los últimos datos del paro registrado, España ya ha recuperado el nivel de empleo efectivo previo a la pandemia y solo quedan 198.000 trabajadores en ERTE —llegaron a ser 3,6 millones—. Pero el IPC presiona por el otro lado y ya está provocando un gran agujero en los presupuestos de los hogares, agravado por la lenta recuperación del número de horas trabajadas. Funcas estima que la inflación costará 7.500 millones a las familias en 2021. La renta disponible real aumentará un exiguo 1% durante este año, ocho décimas menos de lo que muestran sus cuentas corrientes. En otras palabras: el alza de precios se está comiendo la mitad del incremento de los ingresos.
La proyección, elaborada con datos hasta agosto, se realizó con un IPC estimado del 5% para noviembre. Este viernes se ha conocido el dato definitivo: un 5,4%, y sin freno. La realidad convierte en benevolente cualquier previsión.
En ese contexto, Torres avisa sobre el efecto de la inflación en el tijeretazo de la renta disponible de los hogares: «Ha contribuido y, sobre todo, va a contribuir». Sin embargo, el economista matiza que la llegada de los fondos europeos, la recuperación del turismo y la reducción de la temporalidad podrían ayudar a amortiguar el impacto. «Todo dependerá de la fuerza de la recuperación«, concluye.
De momento, las familias españolas ni siquiera se han recuperado de la crisis anterior. Solo Italia y Austria acompañan a la cuarta economía del euro en un dudoso honor: el de tener menos renta disponible que en 2007, cuando comienza la serie histórica de la OCDE.