José María Ruiz Soroa, EL CORREO, 25/6/11
Recordemos que Albert Einstein solía citar una frase de Pau Casals: “ la vida es peligrosa no sólo por las personas que hacen el mal, sino sobre todo por las que se sientan a ver lo que pasa». Hoy en Euskadi hay demasiadas éstas últimas.
Se ha citado tanto la frase de Edmund Burke de que «para que el mal triunfe en la tierra basta con que los hombres buenos no hagan nada» que da un poco de reparo traerla de nuevo a colación. Pero si hay alguna estampa que la actualidad política vasca suscita es precisamente la que esa frase recuerda y por eso me atrevo a abusar de ella.
La irrupción avasalladora de Bildu en las elecciones y en las instituciones se ha traducido en la práctica en una pérdida total de la iniciativa política por parte de las demás fuerzas en liza, que exhiben una preocupante carencia de cualquier estrategia para afrontar el nuevo tiempo. No parece sino que, centrados durante meses en el aspecto puramente jurídico de la relegalización de los radicales, tanto PSE como PNV no hubieran dedicado atención ni reflexión alguna a lo que sucedería en el momento posterior. No se tenía diseñada práctica alguna para un escenario con Bildu, menos aún con una Bildu exultante y prepotente. Sorprendente: ¿de verdad se creyó que los radicales iban a dejar de serlo simplemente por ser legalizados? ¿Se supuso que se convertirían a la democracia sólo por admitirles a ella? Ausencia de previsión, desconcierto y pérdida total de la iniciativa, esa es la secuencia.
En esta situación el Partido Popular ha propuesto una serie de mociones en ayuntamientos y diputaciones para exigir a los representantes de Bildu que condenen todos y cada uno de los 857 asesinatos de ETA. Es una propuesta que, por lo menos, tiene el enorme mérito de existir, además de ser coherente con una posición ideológica global en contra del terrorismo y de la desmemoria. Pero, ¡cómo no!, le han llovido ya las críticas de los sempiternos ‘hombres buenos’ que prefieren no hacer nada.
Es una propuesta «carroñera» o «buitrera», dicen algunos, los populares sólo quieren agitar a los muertos para hacer su política propia. En verdad curioso argumento pues ¿desde cuándo condenar a ETA fue patrimonio ideológico del PP? ¿No era un lugar de coincidencia de todos salvo de los radicales? En todo caso, basta con sumarse a la exigencia de condena para privarle de cualquier mordiente sectaria.
Es una propuesta que sólo consigue «mantener abiertas las heridas» y «alejar la necesaria reconciliación», dicen otros. Es el argumento favorito de los radicales, el de que lo mejor para superar el conflicto es olvidar el pasado, o diluirlo en una historia confusa en la que todos los muertos cuentan por igual, es decir, cuentan como nada. Es el argumento de quienes prefieren no generar «dinámicas de enfrentamiento», no «exacerbar las posiciones de resistencia de los radicales», sino guardar silencio para que vayan haciendo en paz y tranquilidad su propio recorrido hacia la democracia pluralista. Curioso argumento éste, que contradice y desafía a todo lo que la experiencia nos demuestra: que nunca se han movido sino por presión, nunca por tolerancia. ¿O no?
Con singular cinismo, dicen otros que no conviene llevar a instituciones locales o forales asuntos como éste de la condena de ETA que exceden de sus competencias. No dijeron lo mismo cuando nombraban hijos predilectos de la localidad a victimarios y presos, o cuando solicitaban el excarcelamiento. Sólo ahora valoran la autonomía municipal.
Pero es que, dicen otros, toda iniciativa de exigencia de condena a ETA está abocada al fracaso si no se plantea desde el consenso previo y desde la transversalidad política, porque hay muchas sensibilidades en juego a tener en cuenta. Con lo que antes de pedir nada hay que discutir qué se va a pedir, y cómo se discute la discusión previa. No hay que hacer nada sin ponerse de acuerdo, es el argumento favorito de los que no saben qué hacer o no quieren hacer.
Sí, pero ¿de qué servirá una exigencia de condena, incluso si fuera unánime, cuando a Bildu le es tan fácil sortearla entonando su conocida canción de «estoy en contra de todas las violencias»? Si nos van a ignorar, mejor callarse de antemano. Se utiliza el derrotismo como justificación para no mostrar algo que ciertamente tendría un valor simbólico enorme: que todas las demás fuerzas políticas exigieran de consuno una condena que Bildu se negase a pronunciar. La fuerza de la imagen de un aislamiento, si persistente, tendría efecto, ¡vaya si lo tendría!
¿No será que el nacionalismo vasco pacífico vacila de nuevo ante el abismo? ¿No será que oscila entre los partidarios de exigir una condena expresa y los que prefieren contemporizar a base de dobles verdades, en espera de que el tiempo lo aclare todo? La ambigüedad entre la ética y la pragmática es la especialidad histórica del PNV y ¿por qué habría de abandonarla si siempre le ha sido fructífera?
Y, como hoy va de citas, recordemos que Albert Einstein solía citar una frase de Pau Casals, la de que «la vida es peligrosa no sólo por las personas que hacer el mal, sino sobre todo por las que se sientan a ver lo que pasa». Hoy en Euskadi hay demasiadas de éstas últimas, de las que no quieren levantarse un poquito para interpelar todas juntas al mal, y en su caso, abuchearle un rato. Hay demasiados desconcertados que prefieren sentarse a rumiar su penita particular y, entretanto, no hacer nada.
José María Ruiz Soroa, EL CORREO, 25/6/11