El sanchismo es una Roma en la que no hay mármoles, ni laureles y el Coliseo está en la Calle Ferraz 70. Por no haber no hay república, ni siquiera federalista.
Hay sanchismo, que es un imperio de Playmobil, y en vez de generales tiene a Bolaños, a María Jesús Montero, a Marlaska y a Albares, que son una legión que no da la talla.
Si Sánchez tuviese caballo, ya le habría nombrado ministro, fiscal y después cónsul o mejor: gobernador del Banco de España.
Porque el sanchismo es un escándalo y otro, y un senado testimonial para que se haga su voluntad con los votos a favor de PP y Vox si te descuidas.
Y su voluntad, ahora, es que en Castilla y León haya un nuevo candidato, predeciblemente Ana Redondo, que para eso la hicieron ministra. Para que la conocieran en Madrid como a Illa a ver si a fuerza de aparecer en los telediarios nacionales también la conocen en su tierra.
Porque Tudanca, que para quien lo desconozca es un barón socialista, el de Castilla y León para ser concretos, pero sin peso, lleva ya tantos años que en Castilla y León nos parece que cuando nació la autonomía él ya estaba allí.
Tudanca, eternamente en la oposición, como quien le ha cogido la postura a perder y pierde incluso cuando ganó las elecciones en 2019.
Así, a Tudanca le han hecho la cama desde Ferraz con las habituales tretas del poder, diciendo que aquí no ha pasado nada mientras le arman una candidatura de urgencia para relevarle del «liderazgo» que ejerce en Castilla y León.
El problema es que Luis, que era sanchista de primera hora, camisa vieja, pedrisca desde los tiempos de Susana Díaz, que es un mármol sin rostro del que nadie se acuerda ya, no se ha tomado muy bien precisamente eso que dicen la mayoría de los servidores públicos de que la política «es un lugar de paso».
Y ahora que Moncloa quiere que pase de largo y se vaya a Europa o a su casa, él dice que no, que le pregunten a la militancia, que es al oráculo al que recurren todos los políticos cuando no saben qué hacer.
Y ahí está la cosa, con Tudanca que ya no es sanchista y con Sánchez con la mayoría de sus barones descontentos. Incluso Page, que es el único que todavía gana elecciones.
A Sánchez no le quedan amigos, únicamente leales en nómina, y eso siempre sale caro. Moncloa dará para extender muchas nóminas, pero no para atarlos a todos para siempre. Roma (el imperio de Occidente, al menos) duró cuatro siglos. El de Pedro va para siete años.
Y puede hacer su voluntad. De hecho, es lo que lleva haciendo en España desde 2018. Pero él mejor que nadie debería saber cómo un proceso de primarias le puede dar la vuelta al aparato y salir por la culata.