- «La política de Pedro Sánchez no sería posible con una prensa, no ya crítica, sino moderadamente responsable»
Hablamos de sanchismo para referirnos al estilo político de Pedro Sánchez. Este se define por la mutabilidad de sus principios (es decir, la ausencia de principios) y su indiferencia hacia las normas no escritas de la democracia. Las convicciones ideológicas y el respeto a los fundamentos institucionales del Estado de Derecho deberían ser los ejes vertebradores de la conducta de todo demócrata. La ausencia de estos ejes convierte a Pedro Sánchez en un político invertebrado, apto para realizar las contorsiones necesarias para asegurar su proyecto de poder personal y asfixiar a su adversario.
Pero esta definición personalista del sanchismo eclipsa a otros actores clave: sus ilotas mediáticos. En el ecosistema del sanchismo es tan importante el pez como el agua en la que nada y le oxigena. La política invertebrada de Pedro Sánchez no sería posible con una prensa, no ya crítica, sino moderadamente responsable. Los ilotas corretean detrás su líder como los sastres de corte corretean tras el emperador, tratando de tomarle las medidas a la carrera para hilvanarle un argumentario en tiempo real. Un traje que dé apariencia notocorda a una espina dorsal líquida.
«Uno es libre de acompañar los movimientos del poder como una sombra. Lo único que le pido a las sombras es que se abstengan de dar lecciones de libertad»
Pedro Sánchez pactará con Junts completar la amnistía del procés que inició la pasada legislatura por exigencia de ERC. Los ilotas intentan convencernos de que el pacto con Junts no tiene nada de extravagante. En los nacionalistas se apoyaron Felipe, Aznar, Zapatero, e incluso Rajoy. Pero entre aquellos pactos y estos hay diferencias tan evidentes que, si no conociera la miopía que provoca el sectarismo, no me molestaría en anotar. Aquellos nacionalistas no habían plasmado sus aspiraciones en un golpe antidemocrático que supuso la mayor crisis de nuestra democracia desde el 23-F. Los líderes de aquellos nacionalistas no eran condenados ni prófugos de la Justicia. Y el contenido de aquellos pactos, por nocivo que fuera, no versaba sobre su absolución. En todo pacto con el nacionalismo se pierde algo, pero en ninguno se había perdido tanta calidad democrática. Porque se pongan como se ponga los ilotas, pactar la transferencia de las competencias de tráfico no es moralmente equivalente a pactar el «alivio penal» a un golpe de Estado.
Son malos tiempos para quienes toleramos el servilismo peor que la infamia. Porque el servilismo allana su camino y la viste de virtud. A líderes invertebrados, cronistas invertebrados. No se me escapa que la servidumbre goza de las ventajas de toda delegación. Uno es libre de acompañar los movimientos del poder como una sombra. Lo único que le pido a las sombras es que se abstengan de dar lecciones de libertad.