En el PSE, el malestar inicial del pacto ha sido sustituido por la doctrina Eguiguren, a saber, es precisa una legislatura más con el PP para que el cambio arraigue. Es verdad que la ponencia inicial ha sido matizada para defender alianzas «con quienes mejor defiendan el proyecto de cambio». O sea, blanco, en botella y con una etiqueta que dice: «Central Lechera Asturiana».
El VI Congreso del PSE se clausuró ayer en el Palacio Euskalduna de Bilbao con brillantez y un rotundo éxito político de Patxi López. Los más viejos del lugar no recordaban un refrendo tan alto a una gestión política: el 97,4% de los votos. Hasta la llegada de López, los suyos estaban atravesados por la maldición de los territorios históricos que los dividía, 53 contra 47% entre guipuzcoanos y vizcaínos. Lo fue con Benegas, también después con Jáuregui y más tarde con Nicolás Redondo. Ni siquiera Zapatero había llegado a tanto nivel de aceptación interna en el 36º Congreso del PSOE, celebrado cuatro meses después de haber ganado la Presidencia del Gobierno (96,1%).
López ha afrontado la reválida partidaria siete meses después de las autonómicas y la ha pasado con sobresaliente. No sólo por haber conseguido por primera vez la Lehendakaritza, sino por haber gobernado desde entonces por encima de las expectativas. Este congreso, era, en consecuencia, una apoteosis de Patxi López.
Por eso, lo único inadecuado en este festival socialista fueron las estrellas invitadas. Leire Pajín el sábado, y Pepe Blanco ayer, dedicaron sus discursos a hacer vudú contra el PP de manera casi monográfica, trayendo al congreso de sus colegas vascos una reyerta que les resultaba ajena. Porque, una vez dicho todo lo anterior del lehendakari López, es preciso no olvidar que tiene su cargo gracias a la generosidad del PP, que le ha prestado los escaños que le faltaban para llegar a Ajuria Enea, -nada menos que 13-, sin reclamar ni una viceconsejería a cambio. Esto no es natural en nuestro ambiente.
El problema que plantearon Pajín y Blanco en sus intervenciones es de difícil solución: si los del PP son unos tipos tan indignos de confianza, tan corruptos e impresentables como los retrataron el número 2 y la número 3, ¿querrá esto decir que los socialistas están dispuestos a pactar con gentuza con tal de pillar cacho? «Todo es bueno para el convento», se justificaba el buen prior mientras cargaba una puta al hombro.
Hay algo que no cuadra en este asunto. Quizá por eso, y a pesar del estricto control que la organización mantuvo sobre la imagen del Congreso, con los periodistas encerrados en su corralito con un reportaje televisivo que les servían ya editado por la organización y un CD con fotos para los gráficos, las imágenes oficiales mostraron a Patxi López abstraído durante las intervenciones de los dos citados y reprimiendo a duras penas un bostezo mientras hablaba el orgullo de Benidorm.
En el PSE, el malestar inicial del pacto ha sido sustituido por la doctrina Eguiguren, a saber, es precisa una legislatura más con el PP para que el cambio arraigue. Es verdad que la ponencia inicial ha sido matizada para defender alianzas «con quienes mejor defiendan el proyecto de cambio». O sea, blanco, en botella y con una etiqueta que dice: «Central Lechera Asturiana». Salvo que el PNV haya cambiado tanto que considere lógico haberse dejado madrugar Ajuria Enea por un partido con cinco escaños menos y se muestre dispuesto a propiciar un cambio que destierre para siempre el patrimonialismo y la obsesión identitaria que fueron sus arraigadas señas de gobierno.
Santiago González, EL MUNDO, 5/10/2009