Teodoro León Gross-El País
Esta vez, en el juego de la política, los pensionistas sí parecen dispuestos a pelear por lo suyo
Hay un meme que ha circulado estas semanas de whatsapp en whatsapp, con la viralidad al uso, donde se ve a un grupo de jóvenes protestando en 1968, y después a un grupo de viejos protestando en 2018, y abajo se lee: “Son los mismos”. En fin, el simplismo de un meme siempre corre el riesgo de la memez, pero hay algo de cierto. Medio siglo después, han llegado a la edad de jubilación los jóvenes del 68, y ya no son los pensionistas de generaciones anteriores, hijos de la guerra con una capacidad de resignación a prueba de todo, a quienes la clase política pastoreaba a sabiendas de que no se rebelarían. Antes al poder le podían preocupar los controladores aéreos o los obreros del metal, pero no los mayores. Ahora por primera vez se enfrentan a protestas de jubilados, un segmento electoral poderoso, y esos jubilados no parecen dispuestos a claudicar. Traen el carácter rebelde de la generación del 68. No es que sigan buscando la playa debajo de los adoquines, pero sí algo más que un 0,25 bajo el empedrado del Estado del bienestar. Su nuevo grito es mucho más corrosivo: “¡Seamos idealistas, pidamos lo posible!”.
El debate del miércoles dejó una frustración considerable por diferentes razones, pero al menos tres. Primera: la evidente falta de voluntad para buscar un consenso. Segunda: la oposición nunca pareció capaz de ir más allá de la demagogia para representarles de verdad. Tercera: una vez más Rajoy salió demasiado bien parado con habilidad parlamentaria. Claro que llamar habilidades parlamentarias a convocar un falso debate, con un formato ventajista, resulta quizá exagerado. No se le puede pedir a la oposición que “no vengan con eslóganes, sino con argumentos” y ofrecerles diez minutos. Con todo, la oposición no dio la talla. Rajoy, que un día después tiró de emoción con la prisión permanente, ahí les planteó un enfoque muy fríamente racional, vinculando la solución al debate de Presupuestos. El balance fue decepcionante para los pensionistas.
Siempre es una frustración percibir que la razón no basta. Además, hace falta dinero. Esto no va de querer que los pensionistas reciban más, ¡acabáramos! Esto va de cuadrar los Presupuestos con sanidad, educación, seguridad, becas, desempleo, dependencia, I+D… todo recortado. No sólo los pensionistas sufren injusticias y desigualdades pendientes; también jóvenes, científicos emigrados, parados de larga duración, enfermos excluidos, mujeres maltratadas, dependientes… y, a pesar de los demagogos y del tachintachán triunfalista de la recuperación, no hay recursos para todo. O sea, hay que hacer política. Y esta vez, en el juego de la política, los pensionistas sí parecen dispuestos a pelear por lo suyo sin resignarse. Son hijos del 68, aquella generación que, como recuerda González Férriz, autor de 1968. El nacimiento de un mundo nuevo, se levantó contra el statu quo surgido de la guerra rompiendo los consensos asumidos del Estado del bienestar. Y ahora saben que los grandes partidos dependen de ellos, y además, como decían medio siglo atrás, que a veces “hay que cerrar la calle para abrir el camino”. Hoy empiezan por la Puerta del Sol.