Manuel Jabois-El País
Uno de los espectáculos más sórdidos a los que nos vemos obligados a asistir en estos tiempos es el de la conversión de Arnaldo Otegi a víctima
Uno de los espectáculos más sórdidos a los que nos vemos obligados a asistir en estos tiempos, porque hemos pagado entrada y no se admiten devoluciones, es el de la conversión de Arnaldo Otegi a víctima. Ésta es una de las tareas que más importantes de la unidad de guardia de los límites del humor: la contribución a la paz de Otegi en el País Vasco es uno de esos trailers de los que no te puedes levantar si quiere ver la película. Así que ahora toca asistir no sólo a verlo como el hombre del tiempo en TV3 (hubo expectativas en verlo como hombre de paz, pero al final no hubo paloma para tanta pistola), sino como aquel a quien todo el mundo quiere acercarse para hacerse un selfie que legitime su lucha política, como los creyentes que peregrinan a Fátima buscando un milagro.
Yo, que creo en el reinserción hasta el punto de ponerme chaleco antibalas antes de discutir un penalti, siempre he querido ver en Otegi al redimido que embarcase a los suyos río arriba. Pero ni el peor repaso a la hemeroteca demuestra su arrepentimiento. No ya de sus delitos, castigados y cumplidos, sino del postureo moral durante años disculpando asesinatos por la espalda como parte del “conflicto” y calificados de sucesos lamentables productos de la inoperancia del Estado español. “Fue una catástrofe”, explicó a los barceloneses que querían hacerse una foto con él a 400 metros del asesinato en Hipercor de 21 personas. Bien por Otegi pero, sobre todo, bien por Instagram.
Esta semana ha dicho que no puede pasear tranquilo por Madrid porque si lo hiciera lo insultarían. A mí me gustaría defender a Otegi si Otegi hubiese denunciado hace veinte años que mucha gente no podía pasear por Madrid porque si lo hiciese la mataban de un bombazo en las piernas. Supongo que en la era de los ofendidos es peor que te insulten a que te maten. Bien está. Qué entenderá Otegi por Madrid y qué entenderá por víctimas, a las que hace años añadió un condicional en sus disculpas: “Si he añadido dolor…”. Al cadáver es difícil añadirle otra cosa que maquillaje, no pasa nada. Pero por Madrid paseó tranquilo Mick Jagger hace tres años por la Gran Vía hasta que alguien tropezó con él y Mick dijo “pleased to meet you”, que es como si Otegi presencia tu asesinato y te dice “lamento las consecuencias del conflicto”.