- Esto hará que quienes quieran estar en la vanguardia de la tecnología tengan que pagar más por ella. Y también frenará el crecimiento de la productividad. El futuro económico se envuelve así de incertidumbre
Las noticias que llegan desde la industria de los semiconductores son poco halagüeñas, principalmente porque su crecimiento se ha frenado debido a la caída de la demanda. Las restricciones que experimentó el suministro de chips en el período post-pandémico quedaron olvidadas y ahora se afronta una reducción de la producción, tal como muestran los datos de los dos principales competidores de esta industria, la Taiwan Semiconductor Manufacturing y Samsung Electronics. ¿Qué hay detrás de este fenómeno inédito en la industria que ha soportado una buena parte del progreso tecnológico durante el último medio siglo?
Pues, por una parte se encuentran los cambios estructurales en la demanda de consumo impulsados por el desplazamiento de ésta hacia los servicios, con la consiguiente reducción de los soportes materiales que incorporan los semiconductores. Este fenómeno enlaza con la llamada «enfermedad de los costes» que estudió el economista norteamericano William J. Baumol, en la que se señala un aumento de los salarios en sectores de baja productividad soportado sobre las ganancias de productividad de los sectores industriales, entre ellos los fabricantes de semiconductores.
Pero también se apuntan los límites a los que ha llegado el progreso tecnológico en esta última industria, en la que, según parece, la ley de Moore se está desvaneciendo. Moore, cofundador de Intel, señaló que desde mediados de la década de 1960 los circuitos integrados duplicaron su rendimiento cada dos años a la vez que reducían sus costes. Naturalmente, pasado medio siglo, ello ha supuesto un aumento imponente de la productividad en las industrias que incorporan esos circuitos, a la vez que se sujetaban sus costes. Todos hemos sido testigos de esto viendo cómo los ordenadores o los teléfonos aumentaban sus prestaciones sin que sus precios siguieran la misma senda. Pero las tecnologías que dieron lugar a este fenómeno parecen haber llegado a su límite, de manera que lo que se espera es que el progreso de la miniaturización de los circuitos electrónicos deje de estar acompañado de la caída en los costes de su fabricación. Esto hará que quienes quieran estar en la vanguardia de la tecnología tengan que pagar más por ella. Y también frenará el crecimiento de la productividad. El futuro económico se envuelve así de incertidumbre.