Rebeca Argudo-ABC
- La nueva política hizo bandera del feminismo, una causa con la que, parece, no comulgan en lo privado
- Sumar insiste en que no sabía nada sobre Errejón: «Le hubiéramos cesado antes»
Los partidos más feministas de nuestra historia parecen no serlo tanto. El escándalo por los «comportamientos machistas intolerables» de Íñigo Errejón, que le han costado la portavocía de Sumar y su escaño en el Congreso de los Diputados, parece anunciar la descomposición de una nueva política que empezó instrumentalizando el descontento general y acabó abanderando en público una causa con la que, parece, no comulga demasiado en privado.
Podemos, nacido al calor de un 15M del que aprovecha su inercia para crecer, venía de germinar en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, donde un Juan Carlos Monedero (procedente del PCE y ya relacionado con Chávez), un Pablo Iglesias (proveniente de las juventudes comunistas y los movimientos antiglobalización) y un Íñigo Errejón (‘gramsciano’, tamizado por el populismo argentino) habían experimentado el Contrapoder, algo así como los «alevines» de Podemos, como lo ha definido en alguna ocasión el historiador Antonio Elorza, con las dinámicas que ahora nos resultan tan reconocibles: «Por encima de las ideas», esbozaba al respecto el historiador, «lo que contaba era alcanzar el control permanente, forzando un consenso pasivo con su gestión, de sumisión a unas consignas y a su visión de la política». Ya en aquella época desplegaban un machismo que varias exalumnas destacarían años después: a Monedero lo recordaban como «muy tocón» y señalaban que se comportaban como ‘rockstars’ rodeados de ‘groupies’. Incluso una de ellas, Fernanda Freire, contaría cómo en un bar Pablo Iglesias la estuvo abrumando con halagos, haciéndola sentir acorralada «cual cervatillo», para luego insinuarse diciendo que iba al baño «a refrescarse» y que «la esperaba allí».
Cuando en 2015 concurren a las elecciones generales ya constituidos como Podemos, el feminismo, curiosamente, no aparece en su programa. Ni una sola mención. Porque lo que se estaba capitalizando no era eso: España estaba en el desafecto hacia la clase política debido a la corrupción y la crisis económica, así que Podemos se asienta sobre ese malestar, caracterizándose por la simplicidad del planteamiento de un ideario maniqueo y el ataque frontal al sistema vigente.
Ni rastro de feminismo hasta que en 2016 incluye el sintagma «igualdad de género» en su programa. Precisamente el año en el que su líder es denunciado ante el Instituto de la Mujer por la periodista Mariló Montero, al filtrarse unas conversaciones en las que afirmaba que «la azotaría hasta que sangrase». Para entonces, Irene Montero, ya pareja de Iglesias, llegaba a jefa de gabinete del secretario general.
Y es que la vida sentimental de los hombres de Podemos determinaba la relevancia pública de las mujeres que les rodeaban. Así lo apuntan los que estuvieron cerca, aunque ninguno quiere dar su nombre. Exponen un relato coincidente en el que las mujeres eran «como coristas» en un organigrama en el que ocupaban puestos y ascendían gracias a esas relaciones y «caían en desgracia cuando se terminaban».
Al ascenso de Montero, que pasaría rápidamente a ser número dos del partido (y que había sido antes pareja de Juanma del Olmo y Rafa Mayoral), lo precede la defenestración de su anterior pareja, Tania Sánchez. También Rita Maestre, que lo fue de Errejón, ocupó distintos cargos hasta abandonar para irse con este a Más Madrid. Los nombres de Dina Bousselham (que pasó de asistente de Iglesias a dirigir el periódico ‘La última hora’) o Lilith Verstrynge (que lo hizo de asesora en el parlamento europeo a serlo del Gobierno, para acabar renunciando a su acta como diputada y a sus cargos) se relacionaron con el de Iglesias. Bousselham, además, se vio envuelta en un episodio polémico cuando una tarjeta de teléfono le fue robada y acabaría en manos de Iglesias, que la retendría en su poder durante más de un año y medio, hasta devolvérsela deteriorada. En una actitud paternalista que infantiliza y denigra a la mujer y sus capacidades, alegaría que no lo hizo antes para evitarle la angustia de saber que estaban en circulación imágenes comprometedoras.
Unidas Podemos
Será en 2019 cuando la coalición electoral con Izquierda Unida y otras formaciones pase a llamarse Unidas Podemos, como «reconocimiento a la lucha feminista». El año anterior, y debido al conocido como Caso de la Manada, la asistencia a la manifestación del 8M se vio disparada a más de 120.000 personas: el feminismo se revitalizaba. Podemos, de nuevo, iba a instrumentalizar el sentir general en su propio beneficio. Y en su programa, casualmente, aparece por primera vez el feminismo y como epígrafe nuclear. Se proponen hasta 28 medidas, incluida una vicepresidencia de feminismos y lo que acabaría siendo la ley de ‘Solo sí es sí’. Pero, aun así, los escándalos les han perseguido. Algunos muy graves: un concejal en Becerril de la Sierra fue acusado de abusos sexuales a una menor en 2020, un exdirectivo en Canarias lo era recientemente por un delito de prostitución de menores, el candidato al Congreso por Burgos era en 2015 acusado de abusos a una menor cuando él también lo era…
Las primeras denuncias públicas de abusos por parte de Errejón se conocieron en junio de 2023 y la diputada (hoy cesada) Loreto Arenillas medió para tapar el asunto. Nadie tomó medidas en ninguna de las formaciones más feministas de nuestra historia, aun teniendo conocimiento de ellas, y hoy, 18 meses después, siguen negando ese extremo. Mientras tanto, continúan apareciendo nuevos testimonios. Su culpabilidad deberá dirimirla un juez, con todas las garantías procesales, pero las formaciones a las que ha pertenecido deberían hacer autocrítica ante lo que parece ser un mal endémico en su génesis.