Al repugnante comportamiento del Frente Atlético se sumó la vergonzosa actitud de la plantilla del Atlético de Madrid, que decidió aplaudirlos a la finalización del encuentro
Así como el Real Madrid y el Barça, entre otros, han expulsado de sus estadios a sus seguidores más violentos e indeseables (los malditos ultras del fútbol), el Atlético de Madrid, en lugar de hacer lo mismo, no solo no los ha expulsado sino que los ha cuidado y hasta mimado por razones que se me escapan: su supuesto apoyo al equipo no vale nada en comparación con la violencia que propagan y la vergüenza que provocan, incluso entre la propia gente y aficionados pacíficos del Atlético, inmensa mayoría, las otras víctimas de estos vándalos. Y esa condescendencia del Atlético ante los delincuentes a los que da cobijo es la que hace que se reproduzcan, cada cierto tiempo, sucesos como los ocurridos ayer en el Metropolitano e incluso mucho peores, los cuales provocan asco y vergüenza.
Este pasado domingo se produjo la penúltima fechoría de una larga lista de fechorías violentas protagonizadas por el Frente Atlético a lo largo de su historia que han provocado incluso muertos entre miembros de otras aficiones, en sucesos que todavía nos soliviantan por su gratuidad y su injusticia. Como si al fútbol pudiera irse a ser asesinado en lugar de a disfrutar de una competición deportiva y todo lo que ella conlleva de bueno cuando no se sale de madre. Anteayer, durante el desarrollo del encuentro entre el Atlético y el Real Madrid, los ultras del Frente provocaron la paralización del encuentro tras tratar de agredir al portero Courtois con el lanzamiento de mecheros y otros objetos peligrosos. Antes habían deseado públicamente su muerte. No es la primera vez que se comportan como delincuentes. Ya en 2005, la Comisión Antiviolencia propuso sancionar al club rojiblanco por el lanzamiento de bengalas, botes de humo, petardos y botellas, así como por los insultos proferidos contra seguidores del equipo contrario y por la exhibición de una pancarta que incitaba «a la xenofobia y el racismo». Si se les deja, la de este pasado domingo no será su última fechoría ni, desgraciadamente, la peor de todas ellas: basta permitir el delito para que este se repita y se agrave.
Según el entrenador rojiblanco, la violencia ultra no es justificable, «pero cuidado con lo que generamos», como si fuera culpa de terceras personas que exista una banda de peligrosos delincuentes en las gradas del Metropolitano
Este pasado domingo, al repugnante comportamiento del Frente Atlético se sumó la vergonzosa actitud de la plantilla del Atlético de Madrid, que decidió aplaudirlos a la finalización del encuentro tras negociar con ellos no se sabe qué durante la paralización del mismo, como si tuvieran que agradecerles los servicios prestados, no sé si los perpetrados a lo largo de su historia o solo los que anteayer sirvieron para parar el encuentro durante quince minutos. Su actitud me recordó a la de otra plantilla del Atlético de Madrid que, años atrás, antes de un entrenamiento y a plena luz del día, decidió humillarse y dialogar ante los capos de la banda ultra como si fueran miembros pacíficos de la Junta Directiva que asistieran al entrenamiento para informarlos de las decisiones tomadas por el club. Este pasado domingo decidió aplaudirlos a la finalización del encuentro, en una imagen bochornosa que el resto de aficionados atléticos rechazó con silbidos.
Por mucho que Simeone parlotee a la finalización del partido, no hay justificación alguna para la violencia. Según el entrenador rojiblanco, la violencia ultra no es justificable, «pero cuidado con lo que generamos», como si fuera culpa de terceras personas que exista una banda de peligrosos delincuentes en las gradas del Metropolitano. Como si las responsabilidades fueran compartidas. El entrenador argentino, en lugar de pedir perdón y que se extirpe de las gradas de su club a la lacra que la denigra, pidió «sanción al que provoca y sanción al que tira el mechero», como si fuera lo mismo denunciar la agresión o gesticular contra los fanáticos que le habían insultado antes, que la violencia física que supone lanzar objetos para tratar de agredir a los deportistas. Como si fuera un hecho aislado o como si no lloviera sobre mojado. Como si el Frente Atlético no tuviera otras actuaciones violentas en su currículum, entre ellas el asesinato hace veinticinco años de Aitor Zabaleta, aficionado de la Real Sociedad que solo pretendía asistir a ver un partido de fútbol y divertirse, o de Jimmy, ultra del Deportivo, a quien, después de apalearlo, lanzaron al río Manzanares para que muriera ahogado.
Lo que debe hacerse para frenar la violencia es aplaudir a los violentos o negociar con ellos, que es lo que se lleva ahora: negociar con delincuentes en lugar de hacerlos frente
Koke tampoco demostró tener muchas luces, por mucho que apelara a la inteligencia: «Los jugadores tenemos que ser más inteligentes», dijo. Al parecer, Courtois es corresponsable de que deseen su muerte y traten de agredirlo, y lo que debe hacerse para frenar la violencia es aplaudir a los violentos o negociar con ellos, que es lo que se lleva ahora: negociar con delincuentes en lugar de hacerlos frente. Vistos los antecedentes de los delincuentes, no se entiende que el club no tome medidas contundentes para expulsarlos.
Toda esa chusma responsable
Una cosa es la pasión, el exceso y hasta la visceralidad que van asociados al fútbol, aquello que hace que algunos acudan a los estadios y otros muchos no acudan nunca, y otra cosa es el delito y la violencia, algo de lo que demasiado hemos soportado tanto en España como en otras partes del mundo. No entiendo cómo los aficionados del Atlético tienen que soportar a semejante chusma. A toda la chusma que es responsable de que esto siga ocurriendo: a los que perpetran estos actos y a los que los aplauden, animan o permiten. La afición rojiblanca no se lo merece. Y los demás ciudadanos pacíficos, tampoco.