EL MUNDO 03/09/13
SALVADOR SOSTRES
El pasado jueves, el músico Eric Herrera, del grupo de jazz Amusic Skazz Band, fue sometido a un linchamiento por parte de los grupúsculos que organizan la Festa Major Alternativa de Manresa, donde el conjunto tenía prevista su actuación. Cuando Herrera llegó a la ciudad para prepararse para el concierto se encontró con toda clase de carteles anónimos con su fotografía, colgados en la plaza donde tenía que tocar, en los que se le acusaba de haber acudido a una concentración el pasado mes de junio en Barcelona para conmemorar el 65 aniversario de la creación del Estado de Israel. Es la vieja carraca antisemita que a pesar de los años continúa recorriendo Europa como un viejo fantasma.
Primero le prohibieron actuar, y después de diversas conversaciones le levantaron el veto, pero el clima se había enrarecido de un modo tal que la Amusic Skazz Band decidió suspender su actuación. Los organizadores, que tienen el cinismo de definirse como antifascistas, no sólo no se han disculpado sino que se han ratificado en un impresentable comunicado que habría sin duda recibido calurosas ovaciones en cualquier fiesta de oficiales nazis.
El conflicto entre Israel y Palestina es el resumen de todos los conflictos, allí donde la Humanidad busca su sentido.
Pero lo que a Eric Herrera le sucedió en Manresa no tiene nada que ver con la defensa de Palestina ni el rechazo de Israel. Tiene que ver con la barbarie previa a cualquier debate intelectual. La llamada extrema izquierda antifascista es una amenaza para la libertad, como cualquier izquierda cuando se pone tontorrona, y suele ser bastante más fascista que aquéllos a los que pretende denunciar.
En nombre de la corrección política, en nombre del igualitarismo atroz que todo lo degrada, y en nombre también de esa superioridad moral de la izquierda, tan atávica como injustificada, la libertad individual, la más fundamental, sufre asedios constantes por parte de la masa envalentonada, y somos muy pocos los que alzamos la voz para denunciar esta violencia sistemática.
Nadie desde el Ayuntamiento de Manresa, que autoriza estas siniestras fiestas y colabora con sus impresentables dirigentes, ha condenado el linchamiento al que fue sometido Eric Herrera por defender el derecho a existir del Estado de Israel. Todo el mundo se enteró en Manresa, y en Cataluña, de lo sucedido, y ninguna institución ni dirigente político, con la alta excepción del líder local de ERC, que deploró los hechos, ha emitido ningún comunicado ni ha hecho ninguna declaración al respecto, en una demostración más de la idea de libertad tan vulgar que tenemos, de nuestro escaso sentido de la dignidad y de la decepcionante mediocridad con que nos acabamos siempre conformando.
Cuatro matones de pueblo, brutos e ignorantes, pueden linchar a un ciudadano por expresar sus ideas, y ni ocurre nada ni ningún alcalde ni presidente tienen nada que decir. Matones los hay en todas partes, pero una clase política tan ramplona y tan cobarde es difícil de encontrar. La libertad agoniza en manos de quienes más la reclaman, y los matones cada vez son más y el silencio les hace más fuertes e imparables.
Aunque de todos modos ha habido progreso y hay que valorarlo: antes a los judíos nos mataban y ahora se limitan a no dejarnos tocar.