EDITORIAL EL MUNDO 26/12/13
Como en el guión de una obra de teatro en la que una palabra pronunciada por un actor sirve de pretexto, da pie, para que otro pronuncie un discurso previamente preparado, Artur Mas tomó como excusa el mensaje navideño del Rey para lanzar ayer una perorata en favor de la independencia ante la tumba de Francesc Macià.
A Mas le daba igual lo que fuera a decir Don Juan Carlos, simplemente quería aprovechar la intervención del Monarca para colocar su alegato en favor de la consulta de noviembre y de la independencia. «Lo que pedimos es que se escuche la voz de Cataluña que reclama poder decidir nuestro futuro colectivo», afirmó. Ello pone de relieve que la prudencia del Rey al medir sus expresiones sobre Cataluña fue baldía, ya que los nacionalistas ignoran sus reflexiones y están ya en la fase de una abierta confrontación. Oriol Junqueras, líder de ERC, aseguró que respeta «la opinión de los soberanos, pero especialmente de los pueblos soberanos», un juego de palabras para eludir que la Constitución establece que la soberanía reside en el pueblo español. En la misma línea, el diputado Alfred Bosch, portavoz de ERC en el Congreso, aseguró que este año ha sido el primero sin el Rey en TV3 y que el próximo será el de una Cataluña «libre de la Monarquía borbónica».
Mucho más agresivo estuvo Josep Rull, secretario de organización de CDC, que declaró: «Seremos la hoz que segará las cadenas cuando convenga». Rull afirmó que aspira a «una Cataluña libre y gloriosa», cuya «supervivencia» depende de su capacidad de derrotar a sus «poderosos enemigos», o sea, a los españoles. Un lenguaje cargado de belicismo y de resonancias amenazadoras con esta metáfora de la hoz de los segadores, que evoca al himno catalán y el Corpus de sangre de 1640.
Hasta ahora, el separatismo se había esforzado en imponer a la población una falsificación de la Historia, asociada a unos mitos para resaltar el hecho diferencial de ser catalán y todo ello sustentado por el permanente victimismo que fomenta Artur Mas. Pero las declaraciones de Rull entran ya en una apología de la violencia lindante con la retórica que dio paso al terrorismo de Terra Lliure al inicio de la Transición. Por eso, son tan graves.
Ya no bastan las apelaciones al respeto a «las reglas de juego» ni a un pasado común que sustenta «la unidad» de España, como hizo el Rey, porque esas referencias son palabras que dejan indiferentes a los líderes de CiU y ERC, cuyo objetivo es avanzar hacia la independencia. Por eso, el Rey y el Gobierno deben cambiar de tono y de estrategia, lo que implica poner fin a la política de conciliación con Artur Mas, que ya ha fracasado. En ese sentido, resulta muy difícil de entender que el Gobierno siga prestando miles de millones de euros a una Generalitat que se comporta con una sistemática deslealtad en todo lo que atañe a sus obligaciones con el Estado y cuyos dirigentes están embarcados en una permanente campaña de hostilidad hacia España mientras incumplen sus compromisos de déficit y abren una embajada en Washington.