El Mundo 27/11/12
José María Aznar se hinchó ayer a firmar libros. Pero sobre todo, se quedó tan ancho cuando, en el acto de presentación de sus memorias, acusó a los nacionalistas de ser «malos gobernantes».
«Los nacionalistas, en líneas generales, son malos gobernantes, y cuando intentan gobernar los territorios que, dicen, son suyos, normalmente generan grandes líos y grandes problemas», fueron sus palabras al día siguiente de las elecciones catalanas y el «fiasco» de CiU declarado por el propio PP.
Relajado, sin papeles de por medio, algo menos lacónico de lo habitual y visiblemente encantado ante el humor del presentador de Planeta, Carlos Herrera, y un salón abarrotado de público, Aznar midió no obstante sus palabras.
Destacó la «fragmentación política» resultante de las elecciones catalanas, «ahora la mayor de cualquier Parlamento autonómico», que rompe con la pretendida idea de «una Cataluña monolítica y un soberanismo monolítico», y registró el «fracaso» de los nacionalistas; pero animó a «todo el mundo» a «sacar lecciones» frente a «análisis triunfalistas», también en dirección a Mariano Rajoy, sentado -como Rodrigo Rato- en primera fila: «Lo que hacen falta son políticas muy activas, muy de fondo», le emplazó, frente al «órdago» nacionalista.
Un discreto emplazamiento, eso sí, que vino acompañado por una declaración de amor y lealtad políticos: «Ya lo dije una vez: que excepto su mujer, la persona que más desea el éxito de Rajoy soy yo. El único que no le iba a pedir nada», corroboró; «por tanto, su éxito será el éxito de España», para añadir, por cierto: «Y también de la alcaldesa de Madrid…», en alusión a Ana Botella.
En sus calculadas palabras sobre la actualidad política, Aznar puso buen cuidado en que dominara el mensaje más positivo y menos dramático. «Sigo pensando, porque pienso bastante», afirmó, «que España no se va a romper». Según el presidente de Faes, ésta no es la primera crisis separatista que vive Cataluña. «Ya vivimos una crisis en 1934», dijo, recordando también que el órdago del plan Ibarretxe fue «parecido». Pero sentenció: «España continúa y va a continuar».
También se mostró conciliador con el PSOE, al que, pese al guiño interrogador de Herrera, renunció a «pedir cuentas» -ahora, como enconces- por la falta de vigilancia previa al atentado de ETA que sufrió. Además, elogió al ex ministro de Justicia Enrique Múgica -presente en el acto- por su política de dispersión de presos que, según aseguró ayer, en absoluto contradijo su Gobierno cuando decidió, de manera coyuntural, un acercamiento al poco de la tregua trampa de ETA: «Una cosa es acercar presos como consecuencia de unos pactos con una organización terrorista, y otra hacerlo para, en un determinado momento, facilitar cosas o dar satisfacción a la opinión pública».
Por lo demás, Aznar decepcionó el morbo generado. Ni dio nuevas claves sobre la sucesión que pilotó en favor de Rajoy ni desveló secreto alguno sobre aquel cuaderno azul que quiso salvar de un posible accidente aéreo. Sólo dejó una clave: que si hubiera querido, hoy seguiría al frente del PP: «Me habría podido quedar, pero no quería. Por tanto, no tengo ninguna melancolía», dejó sentado. Y se marchó.