Olatz Barriuso-El Correo

  • El Aberri Eguna y el 25 aniversario del Acuerdo de Viernes Santo evidencian cómo PNV y EH Bildu se preparan para una larga batalla por la mayoría social

Presoak kalera, bada garaia!». La exigencia de un futuro cercano «sin presos políticos», una vez finiquitada la dispersión gracias al apoyo estable de EHBildu a Pedro Sánchez en Madrid, fue una constante en el Aberri Eguna organizado en Pamplona por la coalición abertzale. Pero el simbólico grito, en euskera, a favor de la excarcelación inmediata de los reclusos de ETA llegó de boca de uno de los invitados de honor a la fiesta, el coordinador nacional del Sinn Féin Declan Kearney, con el que Arnaldo Otegi entrelazó las manos en señal de victoria. Ambos sonrientes y ataviados con americanas de corte impecable, esas «chaquetas de diseño» que les afeaba Andoni Ortuzar en la celebración paralela del PNV en la Plaza Nueva de Bilbao como un burdo intento de maquillar su pasado ligado a la violencia.

El papel estelar del que fuera brazo político del IRA en el acto político de EHBildu tenía miga. Era un guiño evidente al 25 aniversario –cumplido este lunes– del Acuerdo de Viernes Santo que, en la mañana del 10 de abril de 1998, permitió vislumbrar la luz al final del túnel del sangriento conflicto sectario en Irlanda del Norte. La efeméride reviste un enorme simbolismo para la izquierda abertzale, que la ha recordado estos días como el germen del Pacto de Lizarra, al inspirar el Foro de Irlanda impulsado entonces por HB, que acabaría por alumbrar un acuerdo excluyente y divisorio de quienes se sentían vascos y españoles en Euskadi. Un resultado final más bien alejado de la cooperación entre instituciones a la que obligaba el histórico documento de Belfast.

Pero el protagonismo de Kearney en Pamplona era también una diáfana declaración de intenciones de la izquierda abertzale sobre sus expectativas de futuro y la ‘hoja de ruta’ para cumplirlas, calcada a la que ha llevado al Sinn Féin a ser hoy la fuerza más votada a ambos lados de la frontera norirlandesa en estos tiempos convulsos post Brexit. Un hito sustentado en el liderazgo de dos mujeres, Michelle O’Neill –que anotó en mayo un histórico triunfo que puso fin al dominio unionista en Irlanda del Norte– y la presidenta del partido, Mary Lou MacDonald, hegemónica también en el sur. Una líder en las antípodas de Gerry Adams, con acento dublinés y, sobre todo, un discurso menos centrado en la reunificación de la isla y más en la agenda social, con la vivienda, las pensiones, y las reivindicaciones feministas y del colectivo LGTBI, pese a la ligazón católica de la sigla, como pilares.

Imposible no encontrar el paralelismo con el giro estratégico de EHBildu hacia el pragmatismo institucional, que le ha llevado a visitar empresas y a estrechar la mano de sus consejeros sin descanso o a renunciar a posiciones dogmáticas para tolerar, por ejemplo, la construcción de parques eólicos en los montes de Euskadi en pro de la lucha contra el cambio climático. Todo, con el objetivo claro de ensanchar espacios entre un electorado no necesariamente independentista que permita, en un futuro más o menos cercano, tejer mayorías de izquierda que desbanquen al PNV, ahora ensayadas en su entente «de Estado» con ERC y la dirección de Podemos / Pablo Iglesias.

El espejo irlandés, tan presente estos días, ha resultado elocuente en este sentido. «Hace falta mirada larga y paciencia», ‘recetó’ Kearney, que enfatizó cómo «vuestro proceso de paz ha abierto la puerta a nuevas alianzas estratégicas». En paralelo, el eurodiputado de EH Bildu Pernando Barrena elogiaba en ‘Gara’ el «enorme mérito» del Sinn Féin al pasar de fuerza residual a calar «en amplios sectores de la sociedad» gracias a haber sabido «ofrecerse a todo un país como alternativa para las clases populares y medias».

El PNV no se llama a engaño sobre las intenciones de Bildu, pese a la cosmética aparición de su plana mayor guipuzcoana en el acto de la plataforma Batera en favor de la unidad de acción abertzale. Urnas obligan. El burukide del EBB –y sociólogo– Xabier Barandiaran acudió al Palacio Miramar pero publicó también un artículo en estas páginas en el que llamaba a ahormar una única estrategia para hacer realidad el derecho a decidir pero, sobre todo, a ponerla en marcha teniendo en cuenta los cambios sociales en una Euskadi cada vez más mestiza, más consumista e individualista, menos implicada en la política y más despegada de las instituciones. Seguir siendo, en definitiva, un partido de amplio espectro. Los nacionalistas ponen las luces largas para una batalla a largo plazo por la mayoría social.