Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 16/11/11
Es sabido que el nuevo Gobierno presidido por Mariano Rajoy deberá impulsar un programa muy severo de recortes de gasto público adicionales y de reformas estructurales en los terrenos laboral, educativo, institucional y territorial de considerable ambición y alcance. Esta agenda es imprescindible para salir de la crisis y las instancias europeas le han dado a España un breve respiro en la confianza de que a partir del próximo domingo se va a producir en nuestro país un drástico cambio de rumbo. También resulta claro que este enfoque regenerador chocará con numerosos intereses creados y exigirá considerables sacrificios a la sociedad. No será fácil convencer a los españoles, maleados por una larga etapa de igualitarismo indolente, de que ahora deben revisar sus esquemas mentales y estar dispuestos a trabajar más cobrando menos y a ver reducidos sus beneficios sociales. De la misma forma, la tarea de reestructurar las Administraciones, devolver al Estado competencias esenciales y adelgazar las Autonomías se enfrentará a una numerosa e instalada casta política que tendrá que aceptar una reducción significativa de su volumen, poder e influencia. Para una empresa de esta envergadura y tan plagada de obstáculos, Rajoy va a necesitar todo el apoyo que pueda reunir y más. En este contexto, sorprende que algunas voces autorizadas dentro del PP consideren aconsejable la incorporación de ministros nacionalistas catalanes y vascos al Ejecutivo con el fin de sumarlos al esfuerzo colectivo para ganar competitividad, practicar la austeridad y fortalecer la unidad nacional. Es como si estos bienintencionados partidarios de la integración de los secesionistas en el propósito común hubieran heredado el buenismo ingenuo de Zapatero, que tanto daño a hecho a nuestra economía, a nuestro prestigio internacional y a nuestro nivel ético. Los nacionalistas no son integrables y treinta años de experiencia sobre su deslealtad deberían ser suficientes para aceptar una evidencia que no por dolorosa es menos palpable. La insistencia de darles juego a pesar de que ha quedado probado que cualquier instrumento que se les confíe será utilizado contra la unidad constitucional y puesto al servicio de su particularismo divisivo corresponde casi al dominio de la psicología antes que al de la política. La extraña fascinación que siempre han ejercido sobre determinados sectores o figuras del centro-derecha nacional responde a oscuros complejos o inseguridades doctrinales que se supone que desde la dirección del PP alguien tendría que controlar. Por desgracia, no es así y estamos condenados a padecer el reiterado error de meter la zorra en el gallinero para que se sacie a costa del resto de una nación a la que detesta y niega. En momentos en los que se augura una aplastante mayoría absoluta para los populares, semejante propuesta es propia de infiltrados o de masoquistas.
Alejo Vidal-Quadras, alejoresponde.com, 16/11/11