Antonio Casado-El Confidencial
- Si Casado revienta la plaza de toros de Valencia, como aspirante creíble a la Moncloa, es en gran medida por el declive de Cs y la garantía de que Vox jamás será un socio del PSOE
Desde el famoso mitin de Azaña en junio de 1931, muchos líderes españoles han medido sus posibilidades en la plaza de toros de Valencia. Pablo Casado no quiere ser menos. Con un lleno hasta la bandera que propone a los finos analistas un singular debate sobre la causa de esa demostración de fuerza: ¿cuestión de carisma o un mero problema de organización?
Ninguno de esos dos elementos, el liderazgo y la logística de un acto de masas, se improvisan de la noche a la mañana. Y esa es la parte con frecuencia ignorada por la parte izquierda del quiosco cuando pinta de negro el futuro de lo que hoy por hoy, nos guste o no, con sus ambigüedades ideológicas y sus luchas de egos puertas adentro, es la única alternativa a un Gobierno del PSOE que, hoy por hoy, nos guste o no, sería la única alternativa a un eventual Gobierno del PP.
Por supuesto que estoy formulando un elogio del protagonismo de los dos partidos mencionados como pilares de la centralidad en el fructífero régimen del 78. Se hicieron fuertes en sus respectivos ‘contratos’ con la sociedad. Y confirmaron sus respectivas fortalezas en el hecho de haber sobrevivido al asalto de dos partidos políticos de nuevo cuño.
Nos guste o no, con sus ambigüedades ideológicas y sus luchas de egos puertas adentro, el PP es la alternativa real a un Gobierno del PSOE
Ciudadanos por la derecha y Podemos por la izquierda solo son dos partidos-escolta porque a lo largo del último lustro fracasaron en su respectivo intento de desbordar a los grandes en las urnas. Si ahora Pablo Casado celebra una convención y revienta la plaza de toros de Valencia en fase efusiva, como aspirante creíble a la Moncloa, es en gran medida por la fase declinante en que se encuentra Ciudadanos y la garantía de que Vox, a su derecha, jamás será un socio del PSOE.
Más allá de la retórica («Sánchez es el pasado», “vamos a acabar con el trienio negro”, etc.), esos son los vectores principales del análisis. Y no los que cuelgan del culebrón Ayuso a partir de una premisa falsa de toda falsedad: que la presidenta madrileña, a despecho de su declarada afinidad con quien hizo posible su salto a la fama, no está interesada en el salto de Casado a la Moncloa.
O, todavía más absurdo: que Ayuso reclama el liderazgo del PP regional (y municipal, ojo, que coinciden en una comunidad uniprovincial) como meta volante para competir con Casado por el liderazgo nacional y la candidatura a la Moncloa.
Sorprende que ciertos sectores presenten como una novedad el hecho de que Ayuso ponga su capital político al servicio de Casado
Por eso sorprende que en ciertos sectores, evidentemente interesados, se presente como una gran novedad el hecho de que Isabel Díaz Ayuso haya aprovechado la resonancia mediática de la convención del PP (“preparados para gobernar”) declamando su adhesión inquebrantable a la causa de Pablo Casado y poniendo el efecto multiplicador de su capital político personal a disposición del partido.
Algunos medios han visto en las palabras de Ayuso (“Sé dónde está mi sitio, mi meta es Madrid”) como su forma de autodescartarse en una eventual disputa con Casado por el liderazgo nacional. Pero eso nunca estuvo en su cabeza. Son especulaciones desconocedoras del calendario electoral. Y en cuanto a los resultados del ‘aplausómetro’ (Casado, Ayuso, Almeida, Feijóo), dieron color a las crónicas de los informadores y animaron el pasilleo de la convención clausurada este fin de semana en Valencia. Pero todo quedó en casa.
Lógico. Los rendimientos van al mismo cesto. A mayor gloria de la marca. Y todo eso infla las velas de Casado. Los “niñatos de Génova” (regalito verbal de Esperanza Aguirre dedicado al secretario general, Teodoro García Egea) pueden estar poco placeados, pero no son tan idiotas como para despreciar el impacto del 4 de mayo en los sondeos.