JOSEBA ARREGI, EL CORREO – 24/08/14
· Es el victimario el que eleva a las víctimas a la categoría de paradigmáticas.
La situación de guerra no declarada entre la Gaza de Hamás y el Estado de Israel, el número de muertos, niños incluidos, va dejando de ser la noticia de las páginas de Internacional en la prensa para ser una noticia más. Cada tregua acordada y cada ruptura de tregua van desgastando el valor de noticia de los niños muertos en Gaza. Y ello a pesar de que estos niños muertos han sido elevados a paradigma de todos los niños muertos en todas las guerras que siguen dándose en este siglo XXI.
Los niños muertos de Gaza parecen ser unos niños más cruelmente víctimas de la guerra que los de otro lugar. Por eso han servido para algunos comentaristas como víctimas paradigmáticas de todos los niños muertos. Son precisamente los niños de Gaza muertos por la maquinaria de guerra israelí los que mejor se adaptan a servir de ejemplo de la crueldad de todas las guerras y de todas lasas víctimas civiles. Los niños de Gaza han podido cumplir esa función a pesar de que, al mismo tiempo, se producían en otros lugares muchas víctimas civiles y niños muertos: la guerra sigue en Siria, a ella se le ha añadido la renovada guerra en Irak, donde la población civil, especialmente si no es suní, tiene que huir por montañas peladas donde ni un triste árbol puede ofrecer un poco de sombra y cobijo. Yizadíes y cristianos obligados, en el siglo XXI, a abjurar de su fe o a ser ejecutados, incluso crucificados.
Pero son los niños de Gaza los que son elevados a la categoría de víctimas paradigmáticas. Y la razón parece sencilla: porque son víctimas de Israel. En Siria los niños muertos son víctimas árabes y, en general musulmanes, de otros árabes y otros musulmanes. En Irak los niños muertos son árabes o kurdos, son musulmanes o cristianos, víctimas de árabes musulmanes. Los niños de Gaza pueden ser paradigmáticos porque son víctimas de Israel. Es el victimario quien los eleva a la categoría de paradigma. Porque si nos alejamos de nuestros propios problemas con la memoria de las víctimas es evidente que sí importa quién es el victimario. En el caso de los niños gazatíes Israel, los soldados del Estado de Israel.
Sin entrar ahora a analizar por qué en los medios de comunicación se dice, en general y en primer lugar, que Israel ataca de nuevo ciudades en Gaza, aunque sea como resultado de la ruptura de la tregua por parte de Hamás, merece reflexionar brevemente sobre el hecho de que el victimario, Israel en este caso, posee la capacidad de elevar a la categoría de paradigmáticos a los niños muertos de Gaza. Y la reflexión que quisiera proponer no va por la línea de la sospecha de antisemitismo. Quisiera apuntar en otra dirección.
La justificación misma de la existencia del Estado de Israel se basa en su condición de víctima paradigmática. Es la víctima por excelencia de la Historia, de una historia que ha encontrado su clímax en el Holocausto llevado a cabo por el régimen nazi durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, después de haber desnudado a los judíos, simplemente por serlo, de todos los atributos que los constituían en seres humanos. Es la víctima paradigmática de la Historia la que ahora produce víctimas que son niños inocentes en los enclaves de Gaza.
Esta dirección de la reflexión viene subrayada por manifestaciones de políticos israelíes en guerras anteriores, quienes maldecían a los palestinos, a los árabes, por obligarles a luchar contra ellos y a producir víctimas en esas guerras. La ministra de Justicia Livni ha expresado sentimientos similares. Los propios israelitas se encuentran en la contradicción de que su derecho a la existencia como Estado se fundamenta en su carácter de víctimas paradigmáticas que para defender su derecho a la existencia se ven forzados a producir a su vez víctimas.
Esta preocupación pone de manifiesto que por muy paradigmática que sea una víctima, nunca podrá alcanzar el estatus de víctima absoluta que lo justifica todo. Y el hecho de que la víctima paradigmática produzca a su vez víctimas convirtiéndose en victimario traza la línea cuyo desborde amenaza con invertir el derecho a la existencia basado en el carácter de víctima de un sujeto. El recurso a la violencia ilegítima por parte de un sujeto víctima, por muy paradigmático que sea, produce a su vez víctimas que comienzan a desmentir el carácter de paradigmática del sujeto víctima que se cree legitimado a recurrir a la violencia ilegítima.
El escritor israelí Nir Baran ha escrito recientemente que el problema de Israel radica en que de su ser víctima paradigmática ha derivado un sentimiento de superioridad moral que le lleva a constituir a sus propios habitantes árabes en ciudadanos de segunda categoría. Y que los problemas de las colonias y de los territorios ocupados más allá del territorio establecido por la resolución inicial de la ONU de 1947 –resolución que la mayoría de países árabes musulmanes, con excepción de Egipto, Jordania y la OLP, no han aceptado ni cumplido– es el resultado de ese sentimiento de superioridad moral sobre la población palestina, incluida la propia.
En la despedida que escribe Jacques Derrida papara el entierro del filósofo Emmanuel Levinas, quien en una de sus lecturas talmúdicas escribe que tierra prometida no es necesariamente tierra permitida, recuerda que para este filósofo la santidad es más importante que la sacralidad y que lo santo es el Otro y repite estas palabras del filósofo: «Al lado de una persona ofendida, esta tierra –santa y prometida– no es más que desnudez y desierto, un amasijo de madera y de piedras».
Creo que la equiparación de todo tipo de víctimas de violaciones de derechos humanos por parte del Gobierno vasco está en relación con que en nombre del pueblo vasco víctima se han producido nuevas víctimas que desmienten el carácter paradigmático del primero en su ser víctima, y también con la dificultad de aceptar este hecho en toda su desnudez: no existe la superioridad moral del pueblo vasco.
JOSEBA ARREGI, EL CORREO – 24/08/14