LA parroquia de Callosa de Segura en la provincia de Alicante, titular de la propiedad de la Plaza de la Iglesia y de la gran cruz de piedra que en ella se erguía, denunció ayer que en la madrugada del día 29, «un dispositivo policial y operarios enviados por el Ayuntamiento se han personado sin previo aviso en la Plaza de la Iglesia y han procedido por medios mecánicos, a la ocupación y retirada del Monumento denominado Cruz de los Caídos». Obreros bajo órdenes del poder político invaden una propiedad privada y se apoderan de objetos que sustraen al dueño legítimo, la parroquia. Lo hacen con nocturnidad y sin orden judicial.
Así, contra la voluntad expresa de multitud de vecinos, ha querido solucionar el alcalde socialista, Fran Maciá, que gobierna con comunistas en perfecto Frente Popular este pueblito alicantino, el terrible problema que es la existencia junto a la iglesia de una gran cruz en cuyo pedestal figuran los nombres de 81 vecinos asesinados como creyentes. ¿Por qué molestan? Porque son memoria auténtica de la mayor explosión de odio y crimen anticristiano habido en el mundo. España fue su escenario entre 1931 y 1939. Por eso es España el país con más mártires de la Iglesia. Porque en ocho años se asesinó a más inocentes por su fe que en siglos de persecuciones romanas del cristianismo. Estos mártires son tan poco políticos ya como esos nombres extraños del santoral cristiano de mártires de los siglos iniciales de nuestra era. Esos nombres solo son políticos para quienes quieren que se olvide que los mataron y que eran inocentes. Sus nombres allí inscritos son el testimonio que desmiente la falsaria historia que quiere contar a las nuevas generaciones gente como la de ese consistorio. Que no quiere que se sepa que fueron los de sus partidos quienes asesinaron a esos hombres. Lo que demuestra que no, que los socialistas y comunistas no fueron todos unos héroes de la libertad, tal como dicen ahora. Que no hubo un bando bueno, muy bueno, el suyo, y un bando malo, muy malo, el de los franquistas. A esos nombres del pedestal no les dieron tiempo para ser franquistas ni malos, los mataron antes. Ese pedestal y esa cruz recuerdan que los suyos, los de Maciá, mataron mucho y además, aunque no les guste oírlo, mataron primero. Y provocaron así que mataran todos y que murieran tantos, inocentes o no, en ambos bandos. Quieren borrar huellas que desmienten y acusan.
El alcalde se ampara en esa Ley de Memoria Histórica que Rodríguez Zapatero fraguó como eje de su política de revancha guerracivilista para imponer el dictado histórico ideológico del Frente Popular. Esa ley que el Gobierno de Mariano Rajoy no ha tenido jamás el valor y la decencia política de derogar cuando pudo. Ahora ya se le ha quedado pequeña al revanchismo que prepara una reforma que ya dicta prisión e inhabilitaciones para quienes contradigan las falsedades sobre República, Guerra Civil y franquismo que establezca una fantasmal «Comisión de la Verdad». La mayoría de los políticos creen que esta es una batalla secundaria. Inmenso error. Es parte de la ofensiva contra la Nación que se sufre también en el frente separatista. Con la inmensa mentira que alberga todo el programa ideológico tras la «memoria histórica» quieren destruir toda legitimidad de la transición, la reconciliación y las instituciones, la Corona la primera. El Tribunal Superior de Justicia Valenciano paralizó ayer el desmantelamiento del pedestal. Veremos cómo termina el pulso de Callosa que se da con más o menos ruido en todos los rincones de España. Se intenta borrar nuestra verdad. Y con ella nuestra libertad.