EL CORREO 09/05/14
· Las fuerzas vascas pondrán a prueba su desgaste tras año y medio de legislatura con la vista en las municipales de 2015
Los partidos vascos arrancaron ayer, ya no estrictamente a medianoche, la campaña de las elecciones europeas del 25 de mayo, una cita marcada por la mayor quiebra de confianza y desafección ciudadana hacia la política que se recuerda, espoleada por la crisis económica, el desempleo y los escándalos de corrupción. Con los niveles de valoración de partidos e instituciones en mínimos históricos, las fuerzas políticas tradicionales afrontan la cita electoral con el complicado reto de ilusionar a una ciudadanía desencantada y profundamente desmovilizada, con la dificultad añadida, además, del desinterés y la lejanía con las que, legislatura tras legislatura, los votantes suelen contemplar el proyecto europeo y la composición de la Eurocámara.
Basta un dato, demoledor, para describir el abismo al que se enfrentan los partidos tradicionales este 25-M: según la encuesta hecha pública ayer por el CIS, solo el 17% de los españoles es capaz de decir a ciencia cierta cuándo se celebran los comicios al Parlamento europeo, que pondrán en juego 54 escaños en España. Más de una cuarta parte de los consultados ni siquiera sabe que son en mayo. Por si fuera poco, uno de cada cinco ciudadanos se declara contrario a la UE y tres de cada diez creen que la pertenencia al club de los Veintiocho perjudica a España.
Con ese panorama y el mar de indecisos que hace muy difícil a los partidos siquiera manejar previsiones fiables, el fantasma de la abstención es, sin duda, el principal enemigo a batir para el PNV, PSE y PP, que, como el resto, harán una campaña austera, muy de calle, apoyada en las nuevas tecnologías y redes sociales y con pocos grandes mítines. Todos ellos son conscientes de que una caída drástica de la participación –en 2009 se situó en un exiguo 41,2% y ahora el objetivo mínimo es no bajar de la barrera psicológica del 40%– les perjudicaría más gravemente que a las formaciones minoritarias y emergentes, para las que estos comicios suponen una oportunidad. Una participación pobre también les haría más daño que a la izquierda abertzale, que cuenta con una base ideológica muy fiel y disciplinada a la hora de depositar la papeleta, en este caso la de la coalición Los Pueblos Deciden, que aglutina a EH Bildu y BNG.
Es más, los jeltzales, –que concurren con CiU, Coalición Canaria y Compromiso por Galicia– son conscientes de que la izquierda abertzale planteará estos comicios como un primer ‘test’ de la decisiva batalla que ambos librarán por la hegemonía nacionalista dentro de un año, en las municipales y forales de 2015. Aunque todos los partidos niegan que los resultados del 25-M puedan extrapolarse al escenario vasco, entre otras cosas porque son de circunscripción única y por la elevada abstención, sí admiten que pueden marcar tendencias y, sobre todo, poner a prueba su resistencia al desgaste tras año y medio de legislatura vasca. En el caso del PP, tras dos años y medio de mandato de Mariano Rajoy con mayoría absoluta. La lectura no es, en absoluto, aventurada porque, según el sondeo del CIS, un 67% de los que piensan votar decidirá el color de su papeleta con criterios basados en la política nacional y no en el escenario europeo.
El PNV, por lo tanto, tratará de mantener los tres escaños que Coalición por Europa obtuvo en 2009 –tiene prácticamente asegurado el de Izaskun Bilbao, segunda en la plancha– y ser primera fuerza en Euskadi. Para ello no solo exhibirá los resultados de los cinco años de trabajo en Bruselas y Estrasburgo, sino que se presentará ante sus potenciales votantes como «el único partido» capaz de seguir garantizando la «defensa de los intereses de Euskadi» en la UE, frente a un PP y un PSOE entregados «a Madrid» y una izquierda abertzale «que no se sabe si va a estar o qué es lo que quiere».
El PNV presumirá de vocación europeísta y echará mano de su discurso más social –pedirá que tras rescatar a los bancos se rescate ahora a las personas–, además de aprovechar la carga simbólica de ser el único partido que se presenta en la circunscripción española y en la francesa. «Para nosotros, el Bidasoa no es una frontera, todos somos Europa», dicen, con el concepto de «nación europea» como bandera.
Remontar el vuelo
El PNV pretende neutralizar el discurso de una izquierda abertzale muy crítica con el modelo de la Unión, sus políticas económicas y su falta de transparencia y cercanía, que, sin paños calientes, insistirá en una baza que sabe ganadora entre sus bases: la de una Euskadi que sea «Estado» independiente en Europa.
Frente a ese discurso, el PP planteará la campaña con el PNV y la abstención como rivales a batir, como una disyuntiva entre votar a un partido integrado en un grupo «fuerte» en Europa o decantarse por otro que solo contará con una representante y, por lo tanto, con una influencia menor para decidir el rumbo de las políticas europeas. Desdibujado en Euskadi tras la traumática ratificación del liderazgo de Arantza Quiroga, con un candidato vasco muy vinculado al discurso más ortodoxo del partido –Carlos Iturgaiz– y amenazado por el desgaste de Rajoy, el PP vasco sabe que su éxito pasa por mantener intacto su suelo electoral y evitar fugas de sus votantes más fieles a partidos más pequeños como UPyD, Ciudadanos o Vox, aunque su rostro visible en muchos de los debates y actos públicos, la joven Zoe Nubla, trata de proyectar una imagen más fresca que no les aleje demasiado del centro.
El mismo reto se le presenta al PSOE, que también tendrá que conjurar la rivalidad de una IU en ascenso, tratar de remontar el vuelo tras el mazazo de las generales de 2011, cuando su apoyo electoral cayó a mínimos históricos, y dar la vuelta a las encuestas para impedir una nueva victoria popular. En Euskadi, el PSE quiere aprovechar la campaña para amplificar el mensaje de que, con una mayoría socialista en el Parlamento y con Martin Schulz como presidente de la Comisión, Europa podrá revertir las políticas de austeridad e iniciar un nuevo rumbo.