Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 31/10/12
Sostener que los partidos políticos son indispensables para la existencia de la democracia parece compatible con afirmar que los que hoy tenemos en España están muy lejos de cumplir con razonable eficacia y seriedad el importante papel político que tienen asignado. Para decirlo con prudencia, la verdad es que quienes controlan nuestros partidos se comportan con un egoísmo que, si en cualquier circunstancia resultaría irritante, en las de España es sencillamente inadmisible.
Aunque las razones de ese egoísmo, que lleva a los políticos a estar pendientes sobre todo de su carrera, son diversas, una destaca sobre todas las demás: su profesionalización. Una profesionalización que afecta no solo a quienes fuera de la política no tienen un trabajo (o uno que les garantice el ritmo de vida que aquella les permite), sino también a los que poseen una profesión, pero prefieren dedicarse a la confortable vida pública antes que a ejercerla. Ya se sabe que la política funciona como una nasa, en la que entrar resulta mucho más fácil que salir. Y es que dentro se disfruta de unos privilegios que no se tienen fuera, lo que permite entender que tantos se la disputen y casi nadie la deje de forma voluntaria.
Resulta, por eso, explicable, que los miles de personas que viven de ocupar un cargo público u orgánico -o ambos, con frecuencia- no quieran ni oír hablar de irse a su casa y también, en consecuencia, que seguir termine siendo su preocupación fundamental, que coloca en un plano secundario todo lo demás.
Pero que sea explicable no significa que sea soportable, porque, de hecho, no lo es. Puestos a ser comprensivos, que los políticos estén sobre todo centrados en sus peleas de partido y en la lucha por los votos resulta triste y decepcionante en esas situaciones en las que los países marchan bien, con la economía creciendo, el desempleo en tasas reducidas y la igualdad consolidándose. Pero cuando el paro ha llegado a los límites de escándalo que tiene hoy en España, la economía se deprime mes tras mes y el progreso en la igualdad sufre como no ocurría desde hace muchos años, ver a nuestros dirigentes enzarzados solo en sus jaleos internos de partido y obsesionados solo con las encuestas y los votos constituye una vergüenza que ninguna sociedad, ni siquiera una que ha hecho las cosas tan mal como la española, puede soportar por mucho tiempo.
Se repite con frecuencia la frase hecha de que un país tiene los políticos que se merece: en la España de hoy esto no es verdad. Nuestros políticos están, en líneas generales, muy por debajo del nivel medio de quienes los mantienen y son con demasiada frecuencia mucho más irresponsables y egoístas que lo que tendríamos derecho a esperar de gentes con tanta capacidad de influir en que nuestras vidas mejoren o empeoren.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 31/10/12