Gorka Maneiro-Vozpópuli
El presidente que todo lo sabe, desconoce los más elementales principios democráticos
Además, en esa misma entrevista, Trump amenazó a Europa con invadir militarmente Groenlandia para anexionarse el territorio que pertenece a Dinamarca, y, aunque sabe que es inconstitucional y un imposible, no descartó presentarse a un tercer mandato o «heredar» la Presidencia utilizando las artimañas que fueran precisas. Al menos consideró «altamente improbable» la anexión por la fuerza de un país independiente y soberano como Canadá, aunque tal afirmación no haga sino confirmar su talante antidemocrático. Hoy mismo lo visita Mark Carney, el nuevo primer ministro canadiense, en la Casa Blanca, lugar donde Trump humilló a Zelenski, héroe de nuestro tiempo. Hace unos años, cuando empezábamos a conocerlo, podíamos descartar sus amenazas por ser propias de un megalómano al que se le va la fuerza por la boca; hoy, desgraciadamente, a la vista de las decisiones que ya ha tomado y con las que nos amenaza, no podemos descartar casi nada. Al fin y al cabo, hablamos de un presidente que, tras perder las elecciones de 2020, animó a una turba de incontrolados a tomar el Capitolio y que, una vez recuperó la Presidencia, indultó a quienes habían tratado de dar aquel golpe de Estado, cosa a la que me temo no se le dio la importancia que tenía. Que aquí nuestro Sánchez nos recuerde que en todas las casas cuecen habas y, en la mía, a calderadas, no empequeñece la gravedad de aquellos hechos sino que nos alerta del efecto contagio de algunos comportamientos antidemocráticos.
Ya lo demostró con su propuesta de vaciar Palestina de palestinos para a continuación convertir Gaza en destino turístico como forma estrafalaria de resolver el conflicto árabe-israelí que dura más de setenta y cinco años
Durante los cien días que Donald Trump lleva en la Casa Blanca, ha puesto el mundo patas arriba y en riesgo a los propios EE.UU. Algunas de las medidas que ha tomado son políticamente criticables pero respetables desde el punto de vista democrático, al haber seguido los cauces legales establecidos; otras, sin embargo, son inaceptables, como la deportación de inmigrantes a terceros países sin las necesarias garantías judiciales o la costumbre de amenazar con la fuerza a países soberanos cuyas fronteras deben respetarse. Para el magnate, el mundo no es sino un lugar donde poder hacer negocio y emplear sus amenazas para lograr sus objetivos políticos o financieros, sin que tenga frenos morales de ningún tipo. Es algo que los españoles conocemos porque llevamos sufriendo a Sánchez más de seis años. Ya lo demostró con su propuesta de vaciar Palestina de palestinos para a continuación convertir Gaza en destino turístico como forma estrafalaria de resolver el conflicto árabe-israelí que dura más de setenta y cinco años. O con su pretensión de recuperar el canal de Panamá por la fuerza de las armas. O con su pacto con Putin para que Rusia se quede con parte de Ucrania y él pueda hacer negocio con la invasión ilegal y los crímenes de guerra, legitimando al dictador ruso y abriendo la puerta a que la historia se repita.
Trump dice tener remedio: «Las niñas no necesitan treinta muñecas. Pueden tener tres», dijo el multimillonario, empresario inmobiliario, constructor de casinos y campos de golf y representante del sueño americano
En cuanto a la economía, ha reducido el gasto público y el Estado, arrasando con programas asistenciales, educativos y de investigación científica sólo por razones ideológicas. Y los aranceles que ha impuesto a medio mundo no harán sino perjudicar económicamente a EE.UU., uno de los países que más se ha beneficiado de las economías abiertas y los intercambios comerciales internacionales desde hace décadas. Quién lo diría: un supuesto liberal desde el punto de vista económico dispuesto a convertir a su país en una autarquía, al estilo franquista. Es lo que tiene mezclar el nacionalismo con el populismo. Y hasta para los posibles efectos de la inflación y las restricciones al consumo, Trump dice tener remedio: «Las niñas no necesitan treinta muñecas. Pueden tener tres», dijo el multimillonario, empresario inmobiliario, constructor de casinos y campos de golf y representante del sueño americano.
El día de su investidura, Trump prometió ofrecer «Los primeros cien días más extraordinarios de cualquier presidencia en la historia de EE.UU.». Sin embargo, su índice de aprobación es el segundo más bajo tras cien días de un presidente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El dato sólo es mejor que el que él mismo obtuvo durante sus primeros meses de mandato en 2017. Pero a Trump este dato no lo incomoda, porque el apoyo entre sus votantes republicanos sigue siendo abrumador. Él va con todo, caiga quien caiga y sean cuales sean las consecuencias. Porque su proyecto es disruptivo y polarizador. Y lo que pretende es reconfigurar EE.UU.
Mañana comienza el cónclave para elegir al nuevo Papa. «Sólo acabamos de empezar. Aún no han visto nada», dijo el mandatario americano en la NBC este pasado fin de semana. Una imagen suya, generada por inteligencia artificial, en la que aparece como Papa, ha sido compartida por las cuentas oficiales de la Casa Blanca en las distintas redes sociales. Esto sí parece exagerado. No será Papa… pero el trumpismo está muy vivo. Y las consecuencias son imprevisibles. El Partido Demócrata no parece ser capaz de detenerlo. Únicamente la guerra interna republicana entre pragmáticos y puristas podría hacerlo.