Anda la zurdería y sus damitas de compañía rasgándose las vestiduras ante la frase de Abascal, a saber, que cuando la gente se harte acabará colgando a Sánchez por los pies. Más o menos. Ahora le quieren poner pleito y todo, cosa que a la izquierda siniestra le encanta porque su máximo afán, su sueño húmedo más potente, sería ilegalizar a VOX y meter a todos sus dirigentes en la cárcel. Y a lo mejor algo más, que cuando pudieron las cosas no se terminaban ahí, véase la ejecutoria del PSOE durante la República. No deja de ser curiosísimo asistir al espectáculo hipócrita, digno de un personaje de Moliere, de los zurdos y su banda cuando éstos han pedido en no pocas ocasiones guillotinar al Rey, sin ir más lejos. Los que califican a VOX de extrema derecha peligrosísima pactan con aquellos que celebraban cada asesinato etarra con champán. La siempre proba y virginal izquierda plurinacional o como carajo se llame niega su historia plagada de asesinatos, de checas, de fusilamientos, de robos y saqueos porque ellos son seres de luz portadores de esperanza y bondad. ¿Ellos insultar? ¿Ellos agredir verbalmente? Eso son cosas de Ayuso que le tiene manía a la médico, madre y ministra, la del dedito haciendo de pistola apuntando, la del “Mongola” susurrado, la que representaba la oposición al Zendal, uy sí, un hospital público que monta la derecha, qué horror, la que motejó ella o los suyos, que más da como IDA a la política autonómica más eficaz de España a día de hoy.
Entre todos no llegan ni a un cuatro raspao en el examen de seriedad y rigor que deberíamos hacerle a todo político. Eso nos lleva a que Yolanda Díaz sea vicepresidente en un gobierno de ciegos en el que Sánchez es el rey tuerto
Siguiendo la sesión parlamentaria acerca de la nefanda ley de amnistía hemos de concluir que el problema de quien nos gobierna no es que sean de izquierdas o separatas o bilduetarra, que también: el problema es su estupidez y su capacidad de mentir sin que se les mueva un solo músculo de la cara. Mienten por necesidad política, por encubrir sus yerros, por envidia, por incapacidad intelectual, incluso diría que, por mentir, mienten por vicio. Es lógico. Entre todos no llegan ni a un cuatro raspao en el examen de seriedad y rigor que deberíamos hacerle a todo político. Carentes de capacidad para elaborar argumentos fundamentados en principios sólidos se limitan a consignas. No dan para más. Eso produce especímenes como Patxi López o María Jesús Montero; eso nos lleva a que Yolanda Díaz sea vicepresidente en un gobierno de ciegos en el que Sánchez es el rey tuerto; eso les obliga, también, a la doble vara de medir. No es igual, te dirán, que los suyos se pavoneen hablando de reyes y guillotinas como hacía Mari Yoli en los medios antes de descubrir el Farmatin y la pedicura, que Abascal haga un comentario sobre los pies de Sánchez. Porque contra el enemigo todo vale, aducen.
Ya lo ven, tanto hablar de los pies de Sánchez y de Abascal y olvidan que ellos pedían la cabeza del monarca.
De lo que puede colegirse que la monarquía, no tanto en lo que tiene de sucesión sanguínea en abstracto, sino de lo que representa en España como institución que une, vincula y aglutina a todos los españoles les resulta especialmente desagradable. Primero fueron a por Don Juan Carlos, del que han dicho auténticas barbaridades. Gracias a Dios, como no le llegan a la suela del zapato, sus salivas de áspid ni siquiera le han rozado aunque si alcanzaron el objetivo: alejarlo lo más posible de su patria y de su familia. Porque le conocen. Ahora ya están empezando a agitar sus orinales fétidos para verterlos en la cabeza de Don Felipe que, como no es ni tonto ni cándido, sabe muy bien a quien no debe dar la espalda. Van a lo que van, a cargarse el sistema democrático emanado de la Constitución, de la Transición, de la concordia y del sentido común.
Ya lo ven, tanto hablar de los pies de Sánchez y de Abascal y olvidan que ellos pedían la cabeza del monarca. Son como son, no tienen ni pies ni cabeza. Bueno, pies para huir como Prieto en el yate Vita cargado de joyas robadas a particulares si que tuvieron. O como Puigdemont, en un maletero.