CARLOS HERRERA-ABC
- Juega en su contra la premura del tiempo y la crisis pantagruélica
Sé que habiendo muerto la gran Reina de Inglaterra hablar de Sánchez y el Constitucional puede parecer un despropósito, pero no debe ser obviado lo que me pregunto a continuación, y que Su Majestad Isabel II me perdone.
¿Qué puede pretender Sánchez del Tribunal Constitucional, por el que tanto afán muestra? Controlarlo, claro. Como todos los demás resortes del Estado. Pero, ¿para qué?, además del mero gusto de tenerlo todo en su mano.
Las serias advertencias de Carlos Lesmes, hace un par de días, revelan el momento de tensión al que se ha llegado en este asunto. PSOE y PP no acuerdan la renovación debido al trágala al que Sánchez quiere someter a los populares. Renuevo pero si es con los míos, y así, de paso, vuelco la mayoría en el TC, coloco a Conde-Pumpido al frente, ese perfecto arrastrador de togas por el barro, y saco adelante mis planes. Con la mayoría que ahora no tiene, Sánchez se garantiza, o eso cree, carta blanca a todas las leyes recurridas y en proceso de consideración por el alto tribunal. También se asegura una mayoría para el momento en el que su partido, o sea él mismo, no esté en el poder. Si Feijóo le desaloja, la libertad de acción de los populares quedará un tanto más obstruida que si el TC continúa con la mayoría actual. Pero no es sólo eso.
Sánchez necesita un TC afín para llevar a cabo los planes seguramente perversos que tiene en su cabeza, que no son otros que los que le exijan sus socios independentistas, en este caso los catalanes, pero seguidos muy de cerca por los vascos. No tiene mucho tiempo y sí mucha prisa. Una nueva Ley de Referéndum se está cociendo en virtud de los pactos que elabora silenciosamente con la Generalidad. No un referéndum consultivo sobre alguna cuestión menor: un referéndum consultivo sobre la independencia. También precisa manos libres para dotar a las regiones de sus socios de un Poder Judicial completamente autónomo. Y para establecer corresponsabilidad fiscal con el Gobierno catalán, aquella vieja aspiración del pacto fiscal al que todos se han negado hasta ahora. Las tres iniciativas chocan frontalmente con la Constitución y, salvo que un tribunal mansamente rendido a sus caprichos lo bendiga, son imposibles de llevar a la práctica. Nadie duda que con un obediente Pumpido al frente de una mayoría afecta toda sinvergonzonería es posible.
Todo podría no quedarse ahí. Esa misma ley de referéndum puede permitirle maniobras orquestales en la oscuridad y obsequiar a sus otros socios, el sector Podemos del Gobierno, con una consulta sobre la forma de Estado, el sueño húmedo que acarician los comunistas y, seguramente, él mismo. ¡Qué exagerado es usted! Ya. ¿Cree usted que este Sánchez de hogaño, aventurero sin escrúpulos, maestro de la desfachatez, no es capaz de algo así? Claro que lo es.
Juega en su contra la premura del tiempo y la crisis pantagruélica que nos espera, pero las huidas hacia delante de este tipo de sujetos son incontrolables. Por eso el PP no debe ceder si no queremos prepararnos para lo peor.