El Ibilaldia no solo fue la fiesta de las ikastolas vizcaínas. También se erigió, un año más, como una magistral plataforma para reclamar, ante miles de personas, el acercamiento de los presos de ETA y la independencia.
Varias pancartas de considerables dimensiones con los rostros de algunos etarras encarcelados patrocinaban, a modo de homenaje, los escenarios donde se celebraron la mayoría de las actuaciones musicales. «Me parece bien. Además es muy normal en este tipo de fiestas», comentaba una vitoriana de 15 años, que portaba una camiseta de Euskal Presoak Etxera (Presos vascos a casa), en vez de una, por ejemplo, del popular cantante Justin Bieber.
Estos sponsors extraoficiales, que dotaban de un cariz ideológico a un acto, que según los organizadores, «busca huir de la política», permanecieron inamovibles durante la jornada, ante la pasividad del comité de organización y de los efectivos de la Ertzaintza, que tampoco entonaron la sintonía de «tolerancia cero» auspiciada desde el Departamento de Interior vasco. «Ningún superior nos ha dado órdenes directas de retirar las pancartas», dijo un ertzaina apostado a la entrada del recinto.
Los espacios destinados para los más pequeños tampoco se libraron de la politización. Los niños disfrutaban de las distintas atracciones hinchables ante la mirada afable de esos terroristas cuyos rostros estaban plasmados en una pancarta ubicada en una de las plazas más concurridas del pueblo, donde era fácil observar a cientos de personas con pegatinas de Euskal Presoak Etxera y camisetas en favor de la independencia de Euskal Herria, comercializadas desde varios stands de merchandising de la marca Euskal Herria. Mecheros, gorras, pegatinas. Un gran catálogo de productos con el sello oficial del independentismo vasco más activo.
El Ibilaldia también se confirmó como una jugosa fuente de financiación para los presos de ETA. A escasos metros donde los voluntarios recogían los donativos para las ikastolas, se estableció un puesto donde varias personas agitaban una hucha para reclamar la atención de los miles de asistentes, que a cambio de la voluntad, recibían una pegatina y un manifiesto en favor de la amnistía y el acercamiento de los encarcelados.
El despliegue en favor de los presos de ETA tampoco pasó desapercibido para la comitiva que inauguró la jornada festiva. Tanto la consejera de Educación, Isabel Celaá, como la consejera de Cultura, Blanca Urgell, pudieron observar de primera mano las distintas pancartas en memoria de los presos, que emplazadas en lugares clave del circuito, llamaban la atención por unas dimensiones, que no tenían nada que envidiar a los rótulos de unos sponsors oficiales, que durante un día convivieron, sin saberlo, con un patrocinador no autorizado.
EL MUNDO, 30/5/2011