Editorial, EL MUNDO, 7/4/12
LA VIOLENCIA ha vuelto al País Vasco en forma de kale borroka en un intento claro por tratar de condicionar la política del Gobierno. La quema de contenedores que ayer se produjo en Andoain y en Basauri resucita imágenes de fuego y encapuchados que se creían ya olvidadas. En la población guipuzcoana hubo incluso que desalojar de madrugada un edificio afectado por las llamas. El jueves por la noche también se produjeron incidentes con la Ertzaintza en Bilbao.
El mensaje de los terroristas es claro: la paz en las calles no tiene por qué ser definitiva; aún es posible la marcha atrás. Así pues, aunque es cierto que ETA ha dejado de cometer atentados, en el fondo seguimos en la misma dinámica del pasado: la banda y su entorno continúan utilizando la violencia y la amenaza para tratar de dirigir la política por los derroteros que les interesan.
El rebrote de la kale borroka debería llevar al Gobierno a replantearse esa política condescendiente. La situación actual pone al descubierto no sólo la ficción de que ETA es cosa del pasado, sino también el doble juego de quienes la dirigen. Mientras sus presos muestran arrepentimiento para salir antes de la cárcel y sus representantes en las instituciones hablan de paz, alientan al mismo tiempo la quema de contenedores.
Los informes de la lucha antiterrorista ya habían advertido de la posibilidad de que ETA volviera a aparecer en escena a través de ataques de este tipo, actos que les permiten mantener a su gente movilizada y recordar a las autoridades que todavía tienen capacidad para actuar. Interior tiene que tomar nota y actuar en consecuencia.
Medio siglo después del surgimiento de ETA, los obispos vascos han acordado consagrar una oración en recuerdo de las víctimas del terrorismo que ayer se escuchó en las iglesias de las tres diócesis. El gesto viene a poner de manifiesto que ellas han sido durante demasiado tiempo las grandes olvidadas. A la hora de afrontar esta fase que algunos entienden como la del final de ETA –aun cuando la banda no se haya disuelto– lo que de ninguna manera puede hacer el Gobierno es actuar al margen de las víctimas.
Editorial, EL MUNDO, 7/4/12