«El PNV ha rechazado la defensa de los derechos de Euskal Herria», dicen los etarras, achacándole haber mantenido durante la tregua «una estrategia conjunta» con los socialistas. Rubalcaba es el culpable de que el Gobierno, al final, se plantara. A los que dicen ‘no’ les toca el papel más desagradecido. A veces -véase el caso de Imaz- no se lo agradecen ni los suyos.
Cuenta Txiki Benegas en su último libro (Diario de una tregua. Espejo de Tinta) que en 1998 el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz, se reunió con José Luis Corcuera y con él para informarles de sus contactos con ETA. Corcuera le preguntó si quería hacer el camino solo o acompañado y Arzalluz dijo que acompañado «porque yo soy nacionalista y si me plantean la autodeterminación o la independencia yo no puedo decir que no. Necesito a alguien a mi lado que les diga que no» a los de ETA.
Las palabras de Arzalluz muestran la incapacidad tradicional de su partido de marcar distancias ideológicas con ETA y cómo en la carrera por ver quién era más nacionalista el PNV no estaba dispuesto a quedarse atrás, aunque luego, por la puerta falsa, buscase a alguien que le hiciera el papel de malo de la película. Aquella actitud no tiene nada que vez con la mantenida por Josu Jon Imaz durante el proceso de negociaciones con ETA y Batasuna del pasado año.
Imaz no dudó en ser él mismo quien dijera que no a las propuestas de Batasuna rehusando participar en la carrera de nacionalistas. Los dirigentes de Batasuna y los de ETA sufrieron una gran frustración porque en las negociaciones tripartitas con el PSE esperaban ser dos -PNV y Batasuna- contra uno -los socialistas- y se encontraron con que el PNV se plantaba ante sus exigencias. «El PNV estaba siendo aliado del PSOE y del Gobierno», dice ETA en su boletín Zutabe correspondiente al pasado mes de septiembre.
Esa constatación les lleva a dirigir sus mayores acusaciones contra el llamado por ETA «PNV de Imaz y Urkullu», al que acusa de «traición a Euskal Herria» y de ser «el principal responsable de la ruptura del proceso». La decepción de los terroristas les hace ser más duros con Josu Jon Imaz que con los propios socialistas. «El PNV, al dejar sola a la izquierda abertzale, ha rechazado una vez más la defensa de los derechos de Euskal Herria», dice la dirección etarra, que achaca al partido de Imaz el haber mantenido «una estrategia conjunta» con los socialistas.
Sólo el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, iguala a Imaz en la ferocidad de las críticas recibidas por parte de ETA y de su entorno político. El comunicado etarra de la pasada semana ataca con saña al ministro, pero los dirigentes de Batasuna llevan meses diciendo que Rubalcaba es el culpable de que fracasara la tregua de la banda. Pernando Barrena es uno de los que más se ha ensañado con el ministro al que ha acusado de ser responsable de que «la solución», su solución, se fuera «al traste». Para los etarras, Rubalcaba es el culpable de que el Gobierno, al final, se plantara. A los que dicen no les toca hacer el papel más desagradecido. A veces, véase el caso de Imaz, no se lo agradecen ni los suyos.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 18/12/2007