Antonio R. Naranjo-El Debate
  • A la extrema izquierda de Sánchez le ha brotado definitivamente otra extrema izquierda más extrema aún y no va a soltar su presa

Nunca el fin justifica los medios, aunque las escenas violentas en la Vuelta a España y el desprecio hacia Charlie Kirk tras ser abatido por un radical demuestran que un principio tan elemental no está presente en el catálogo moral de todas las cuadras ideológicas: como las víctimas de ambos episodios, que obviamente no son iguales pero sí se justifican de algún modo de manera similar, son fascistas, pararlos no es un derecho, sino una obligación.

La trastienda del boicot a la carrera ciclista tiene, no obstante, algunos impulsos domésticos particulares que no por evidentes han pasado menos desapercibidos: hemos visto en directo, sin más, la enésima táctica elegida por Podemos en los últimos meses para ajusticiar a Yolanda Díaz, apretarle a Pedro Sánchez y emerger de nuevo como única opción de izquierda radical más allá de la que ya representa el PSOE.

Y, también, el ensayo de qué harán los mismos agitadores, de distinto pelaje, cuando este triste Gobierno se extinga y la insurgencia autoritaria a la democracia que encarna Pedro Sánchez no sea suficiente para sofocar el clamor de las urnas: echarse a la calle con cualquier excusa, levantar barricadas y volver a las andadas que hace una década impulsaron el movimiento «Rodea el Congreso» o las llamadas «Marchas de la dignidad», dos eufemismos para una nueva kale borroka que querrá volver a las andadas cuando la «ultraderecha» intente poner orden en el desaguisado global que va a dejar por herencia esta plaga bíblica atrincherada aún en La Moncloa.

Desde el punto de vista de los intereses de Podemos, no se puede hacer otra cosa que reconocer su inteligencia: ha sabido reconocer dónde hay un nicho electoral y lo explota, convencido de que romper con Yolanda Díaz y asfixiar poco a poco a Pedro Sánchez les ofrece un camino propio que ni el PSOE ni Sumar pueden recorrer: el de una izquierda «de verdad» que ofrece a los votantes más radicales un producto incompatible con las tragaderas que han de tener todos los socios del Gobierno.

Algo que Sánchez pudo haberse ahorrado manteniendo a Belarra y Montero en un par de Ministerios inanes a efectos operativos pero suficientes para atender los intereses gremiales de esa SL familiar que es Podemos, centrada en dar trabajo a los patriarcas y a los pocos feligreses que componen su círculo más íntimo: tanto aplaudir la capacidad estratégica de Sánchez, que en realidad solo es una impúdica demostración de falta de escrúpulos capacitante para hacer o aceptar las peores fechorías, y no vio venir el problemón que se le venía encima con Pablo Iglesias y lo sencillo que era evitarlo.

La inteligencia de Podemos, aunque sea también para hacer el mal, se percibe además en otros dos ejes: tensar pero no llegar a romper, para evitar aparecer como la causa de una repetición electoral y del acceso al poder de la derecha; y no ponerse desde el principio al frente de ninguna algarada para no enfriarlas con su presencia, sino sumarse a ellas u organizarlas sin dejar rastro para al final sumarse a todas y elevarlas en las instituciones.

Esto último nace de otra demostración de buen olfato: los Iglesias deben ser perfectamente conscientes de la incompatibilidad entre encabezar algaradas callejeras y protestas sociales y vivir como marqueses en la Sierra, apuntar a sus hijos a caros colegios privados y ganar un pastizal en instituciones y empresas privadas.

Nadie se podría ya detrás de ellos, pero a nadie en esas trincheras les molestan altavoces resumidos en la imagen de Irene Montero, Ione Belarra o Pablo Fernández despotricando en televisión o en el Congreso y chillándole a la Guardia Civil en una etapa ciclista peligrosamente interrumpida.

¿Y Palestina? Bien, gracias. La coartada elegida también es brillante, aunque tenga que ver con la concienciación propia lo mismo que una reyerta a navajazos en el polígono con la noble pelea entre Canelo y Crawford: de la sinceridad de sus rotos corazones da cuenta su silencio con el Sáhara o Venezuela, donde nunca llegarán flotillas humanitarias ni estos largos ríos de lágrimas de cocodrilo.