Ahora se trata de saber si Zapatero va a seguir haciendo encaje de bolillos con los nacionalistas y los restos de IU o si ha tomado nota de un recado de la opinión pública: a los ciudadanos no les gustan las hipotecas que convierten al Gobierno en rehén de los nacionalistas. Debería ser tarea principal buscar un acuerdo con el PP en los cuatro grandes asuntos de Estado.
El tiempo es una magnitud elástica en Euskadi. En los primeros años 90, el dirigente batasuno Tasio Erkizia explicaba la inquina que su tropa sentía por la vecina Francia: «Desde hace siete años, el Estado francés se ha convertido en el enemigo secular del pueblo vasco». Si un siglo puede quedar reducido a siete años, a nadie puede extrañar que un minuto se quede en ocho segundos.
Era un momento histórico el que se vivía ayer por la tarde en San Mamés, durante los prolegómenos del partido Athletic-Valladolid. Ninguna de las 850 víctimas del terrorismo etarra había merecido antes un gesto de empatía como el que el Athletic trató de dedicarle ayer al último asesinado, el socialista Isaías Carrasco. No pudo ser. La bronca de las gradas del fondo norte llevó al árbitro a dar por zanjada la cuestión y San Mamés perdió una ocasión de hacer historia mientras declinaba la jornada electoral.
No se puede saber en qué medida el asesinato del militante socialista afectó a la subjetividad ciudadana a la hora de emitir su voto, y realmente poco importa, porque las elecciones transcurrieron sin mayores incidentes. La participación fue alta y venció el PSOE, manteniendo su ventaja sobre el partido de la oposición. Los lectores perdonarán la antonomasia, es decir, lo que venían pronosticando las encuestas.
La ganancia socialista se ha producido a costa del descalabro de algunos de sus socios coyunturales durante la pasada legislatura, fundamentalmente IU, ERC y el PNV. Zapatero ha conseguido un triunfo considerable, si se tiene en cuenta que los dos grandes ejes de su proyecto, la negociación con los terroristas y el rediseño del mapa autonómico, han sido otros tantos fracasos. Resulta especialmente admirable que el PSC haya incrementado su representación parlamentaria, tras una legislatura en la que Barcelona podría haberse hermanado con la capital de Burkina Faso. Su inobjetable victoria, sin embargo, no le va a permitir una política de alianzas más sencilla que la de los cuatro años anteriores.
Si es verdad que el PP no ha conseguido rentabilizar los errores de Zapatero, también se ha podido comprobar la extraordinaria solidez de su electorado. Ha mejorado sus posiciones aumentando su grupo parlamentario. El Pacto del Tinell y el cordón sanitario hacia lo que, impropia y maliciosamente, ha sido calificado una y otra vez como «la derecha extrema» han fracasado y no parece que en el futuro vayan a dar más fruto que el aumento de la crispación. Pero han perdido las elecciones y algo se ha movido en Génova.
Se trata de saber ahora si Zapatero va a seguir haciendo encaje de bolillos con los partidos nacionalistas y los restos de IU o si ha tomado nota de un recado que la opinión pública española le ha servido envuelto en los resultados electorales. Ayer se pudo comprobar que a los ciudadanos no les gustan las hipotecas que convierten al Gobierno en rehén de los nacionalistas, como demuestra el reforzamiento del bipartidismo y la solitaria pero significativa presencia de Rosa Díez. Zapatero debería tener como tarea principal la de buscar un acuerdo con el partido de la oposición en torno a los cuatro grandes asuntos de Estado. Entramos en un periodo en el que las vacas flacas están llamando a la puerta. No hay demasiado margen de maniobra.
Santiago González, EL MUNDO, 10/3/2008