Antonio Casado-El Confidencial

La lógica política y el desarrollo de los acontecimientos reclaman un reinicio del tablero, como paso previo a un gran pacto nacional

Zarandeado por la crisis, el tablero está llamado a reiniciarse cuando acabe la guerra contra el coronavirus. Los dirigentes de los partidos lo saben y empiezan a reflejarlo en sus respectivos discursos, al constatar la tendencia al aplanamiento de la maldita curva. La palabra es desaceleración. Decrecen los incrementos en los indicadores malos (contagiados, fallecidos e ingresos en las UCI) y crece el mejor de todos, el de los curados.

Suficiente para ir preparando la mudanza después de las tribulaciones. A pesar de las advertencias de los expertos sobre los riesgos de un optimismo prematuro, la clase política toma posiciones ante el fin de la pesadilla. En función de un incontestable desafío venidero: reconstrucción del país, previo paso por las urnas.

A pesar de las advertencias de los expertos sobre los riesgos de un optimismo prematuro, la clase política toma posiciones ante el fin de la pesadilla

El zarpazo de la crisis sanitaria sobre tejido productivo, patrones de convivencia e inercias interrumpidas durante el cautiverio convertirá el desafío en tarea nacional. Con obligada implicación de todos los actores (Gobierno, empresarios, sindicatos, comunidades autónomas, sociedad civil). ¿Y abanderamiento del Gobierno alumbrado en las urnas del 10 de noviembre? Las señales no son esas.

Lo previsible es que la eventual derrota del coronavirus venga acompañada de una incontenible demanda de elecciones generales. A la busca de un Gobierno capaz de afrontar el reto de la reconstrucción, como principal y casi único punto de los programas electorales. Porque la lógica política y el desarrollo de los acontecimientos han colocado a los españoles ante la imperiosa necesidad de resetear el tablero.

El acercamiento al día después ha elevado la tensión política en los últimos días. Lo veremos mañana, en el pleno parlamentario del Jueves Santo

El acercamiento a ese horizonte más o menos próximo ha elevado la tensión política durante los últimos días. Se hará visible mañana, en el pleno parlamentario del Jueves Santo. Aunque el motivo formal es debatir y votar la autorización de una nueva prórroga del estado de alarma, sonará a dosis de recuerdo sobre la función de control al Gobierno que se estaba echando de menos o que, según las formaciones de la derecha, había sido directamente “amordazada”.

La sesión plenaria, presencial para intervinientes y telemática para los demás, pondrá sobre la mesa los asuntos sobrevenidos de susceptible valoración política: nuevos Pactos de la Moncloa, generalización de test rápidos, ‘arcas de Noé’ para infectados asintomáticos, impacto económico de la crisis, planes de recuperación, etc.

La confrontación está garantizada. El PP redobla su ofensiva contra Sánchez. Le acusa de poner en peligro “la vida de los españoles” (Álvarez de Toledo) y usar los históricos Pactos de la Moncloa (1977) como “señuelo” para “hacernos a los demás corresponsables de su incompetencia”. Eso dice Pablo Casado, aunque mantiene su apoyo a la ampliación del confinamiento hasta el 26 de abril, “por responsabilidad”.

Que Pedro Sánchez abandere el pacto para la reconstrucción sin pasar por las urnas reforzaría el Gobierno PSOE-UP. Y eso no lo va a favorecer el PP

La generosidad no alcanza a un eventual frente común liderado por Sánchez “para afrontar conjuntamente las consecuencias de la crisis”, en palabras del ministro Ábalos. Pero Casado no se da por aludido, salvo para denunciar un cambio de régimen, en clave de “populismo chavista”.

Una excusa mal traída. Es mucho más simple. Dar a Sánchez la capacidad de liderar el pacto para la reconstrucción sin pasar antes por las urnas reforzaría el Gobierno PSOE-Podemos. Y eso no lo va a favorecer el PP de ninguna manera, después de una crisis que retrató a todos. Lo que toca es que los españoles decidan poniendo nota a unos y a otros.