Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 1/7/12
«Los rojos no usaban sombrero»: tal fue el eslogan con que en el verano de 1939 una sombrerería madrileña (BRAVE, sita en el número 6 de la calle de la Montera) anunciaba sus productos. Según cabe imaginar, esa publicidad trataba de animar a los varones a comprar una prenda que los distinguiera de «los rojos», forma despectiva con que los franquistas llamaban a los vencidos, fueran estos rojos genuinos (del PSOE o del PCE) o políticos que tenían de rojo lo que servidor de cardenal: piensen en Azaña, Casares Quiroga o Giral.
Fue así como una denominación que, procedente de otras circunstancias, no tenía fuera de España ese carácter peyorativo, pasó a adquirirlo aquí, donde el odio a lo rojo llegó a producir episodios delirantes: a una buena señora de mi pueblo, mujer de un comerciante de hábitos e ideología moderada, se le llevaron, en el fragor sectario provocado por la guerra, los cortinajes de su casa, que ni siquiera eran rojos de verdad, sino, a todo tirar, vino burdeos.
No deja de resultar, por eso, un cierto ajuste de cuentas con la historia que la mayor parte del país vibre ahora con una escuadra de fútbol que ya todo el mundo conoce por la roja, por la sencilla razón de que tal es el color de las camisetas de sus excelentes jugadores. No sugiero con ello, ¡válgame Dios!, que el apoyo de millones de españoles a los hombres de Del Bosque signifique el fin de un espíritu guerracivilista que, por fortuna, desapareció hace ya mucho pese a algunos irresponsables intentos de mantenerlo vivo con el objetivo de sacar tajada electoral.
Sugiero solo que nuestra trágica contienda civil dejó algunas huellas que no iba a ser fácil superar: por ejemplo, una ruptura ideológica entre españoles de izquierdas y derechas que es, por desgracia, aquí mucho mayor que en otros países vecinos. O un rechazo a los símbolos comunes que se pone de relieve cada vez que se manifiesta una parte de la izquierda, ondeando banderas republicanas y no la enseña constitucional, hecho que sería sencillamente inconcebible en Estados Unidos, Francia, Italia o Alemania.
Por eso, el que la roja actúe como un potente factor de cohesión, movilizando a tanta gente al margen de su ideología -de hecho, a la inmensa mayoría, con la única excepción significativa de muchos nacionalistas, empeñados en jugar en otra liga-, y haciéndolo bajo la cobertura de una bandera que no va ni contra nada ni contra nadie dentro del país, es un hecho sobresaliente, más aún si se tiene en cuenta que los más activos en esta ola son los jóvenes. Decía Valdano, tras vencer España a Portugal, que las alegrías nunca sobran, y es verdad: sobran los prejuicios, los enfrentamientos estériles y el lastre de una historia llena de greñas y descalabros.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 1/7/12