Los «santos inocentes» de la historia de ETA

ABC 20/06/13
EDITORIAL

Desde María Begoña Urroz Ibarrola, la niña de 18 meses muerta en junio de 1960 por una explosión en la estación de Amara, en San Sebastián, la banda terrorista ha asesinado a 23 niños

La primera víctima de los 857 asesinatos perpetrados por ETA a lo largo de su historia sangrienta fue una niña de tan sólo 18 meses. Ocurrió el 27 de junio de 1960, cuando hizo explosión una maleta bomba colocada en la consigna de la estación de Amara, en San Sebastián, a causa de la cual María Begoña Urroz Ibarrola –así se llamaba el bebe de un año y medio–, sufrió quemaduras en el 90% de su pequeño cuerpo, que no pudo soportar… pocas horas después fallecía en la clínica del Perpetuo Socorro.
Desde entonces, hace ahora medio siglo, ETA ha acabado con la vida de otros 22 menores de edad, todos ellos mediante artefactos explosivos colocados mayoritariamente en coches, pero también en supermercados o, como en el caso de María Begoña, en estaciones repletas de personas en plena hora punta.
Aquel primer atentado apenas tuvo repercusión social, pues la banda terrorista era aún una desconocida que ni siquiera quiso reivindicar la muerte del bebé. No hubo manifestaciones públicas, ni acciones de repulsa, ni concentraciones ciudadanas… nada de nada.
De hecho, tuvieron que pasar ocho años para que los etarras volvieran a mancharse las manos de sangre, con el asesinato, en 1968, del guardia civil de tráfico José Pardines –erróneamente considerado la primera víctima mortal de ETA–, y 20 para que las víctimas fueran de nuevo menores.

El 29 de marzo de 1980, José María Piris Carballo, de 13 años, y dos amigos suyos regresaban contentos de jugar un partido de fútbol de Azpeitia, en compañía de su padre. José María vio un paquete en el suelo y le dio una patada. El paquete era una bomba que debía haber matado a un joven guardia civil, pero que acabo con el niño.
No habían pasado ni cuatro meses cuando, el 23 de julio, otro artefacto con 7.000 kilos de goma-2 hizo explosión en Bilbao, causando la muerte a Antonio Contreras, de 11 años, y María Contreras, de 17, ambas de etnia gitana. María, además, estaba embarazada y «a punto de dar a luz», dijo ABC.
Alfredo Aguirre, el siguiente menor que ETA asesinó, era «un niño rubio de 13 años y con un complexión que anunciaba un cuerpo musculoso y fuerte» –cuenta el libro «Vidas rotas», sobre las víctimas de la banda terrorista vasca, presentado recientemente–, si la metralla de un artefacto no se le hubiera incrustado en el pecho, los brazos y la cabeza, el 30 de mayo de 1985, justo después de decirle a su madre que le abriera la puerta de casa. En aquella ocasión, la bomba también mató al policía nacional Francisco Miguel Sánchez.
 
María Begoña Urroz Ibarrola, de 18 meses, sufrió quemaduras en el 90% de su cuerpo, muriendo pocas horas después fallecía
 
Dos años después, en el que sería el cuarto año más sangriento del terrorismo vasco, con un total de 52 muertos (después de 1978, con 68; 1979, con 80, y 1980, con 98) se produjo el atentando más devastador de ETA. Un total de 21 personas perdieron la vida aquel 19 de junio de 1987 en el Hipercor de Barcelona, entre las que se encontraban cuatro niños a los que alcanzó la onda expansiva de un coche bomba cargado con varios kilos de explosivos que habían aparcado en el sótano del aparcamiento.
Ese mismo año, el 11 de diciembre de 1987, los terroristas tuvieron la sangre fría de colocar otro coche bomba frente a la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Cinco niñas murieron ese día de entre 4 y 12 años.

«Luis Delgado Villalonga, de tres años, estaba siendo operado en el Hospital Clínico tres horas después de producirse la explosión. Como consecuencia de esta, el niño sufrió un derrame cerebral y pérdida de masa encefálica», contaba ABC el 23 de noviembre de 1988. Luis acabó muriendo a causa del coche bomba que estalló en las inmediaciones de la Dirección General de la Guardia Civil. Sus padres, gravemente heridos, tuvieron que permanecer en el hospital durante el entierro de su hijo.

 El 15 de abril de 1991, una bomba colocada en el coche en el coche del policía Jesús Villamudia, en San Sebastián, mató a su hija de 17 años, María del Koro, mientras que sus tres hermanos resultaron heridos. «Les dije a mis hijos que no se metieran en el coche, que iba a mirar debajo por si había algo. Siempre lo hacía, pero no me dio tiempo. La bomba estalló al cerrar Koro la puerta», cuenta Villamudia en «Vidas rotas».
Otros cinco niños fueron asesinados en el atentado contra el cuartel de la Guardia Civil de Vic, el 29 de mayo de 1991, que ABC titulaba «Terrible atentado de ETA, con ataúdes blancos», en una portada en la que se podía ver el edificio en ruinas.
«Los “valientes gudaris” de ETA destrozan a un niño de dos años», Fabio Moreno, la penúltima víctima de ETA, a causa de la bomba que los terroristas pusieron en los bajos del coche de su padre en noviembre de 1991, antes de que Silvia Martínez, de seis años, cerrara la lista de «santos inocentes» de ETA el 4 de agosto de 2002, mientras jugaba en su habitación en Santa Pola… hasta donde llegó la onda expansiva del coche bomba colocado por ETA.