José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
No se trata de que ahora gobierne el líder socialista, sino de devolver la voz a la ciudadanía para que decida con su voto en una situación crítica para España
Pedro Sánchez cometió ayer seis graves errores al registrar en el Congreso, como lo hizo, una moción de censura contra Mariano Rajoy.
Son los siguientes:
1) La moción de censura del PSOE no es solo para echar al presidente del Gobierno sino, también, para que «se retrate Rivera» porque aquel ésta ya fenecido y este, en cambio, ocupa el futuro. Electoralismo.
2) La iniciativa no se debatió en la ejecutiva del PSOE, ni, como prometió el secretario general en la campaña de primarias, las bases fueron consultadas. Personalismo.
Los errores graves de Pedro Sánchez: Electoralismo, personalismo, imprevisión, irresponsabilidad, irrealidad y temeridad
3) La moción no ha sido negociada con Ciudadanos (van a cazar al partido naranja), ni siquiera con otras fuerzas políticas. Imprevisión.
4) Los grupos parlamentarios que podrían apoyarla conformarían una coalición heterogénea, incoherente y que desmantelaría el Estado (Podemos e independentistas). Irresponsabilidad.
6) La suerte de la moción depende (al margen los 32 diputados de Cs) de los cinco votos del PNV que respaldaron los Presupuestos en el Congreso y que no han sido aprobados en el Senado. El PP podría revocarlos y los nacionalistas vascos perder las ventajas logradas si secundan la moción. Temeridad.
La estrategia de Pedro Sánchez —¿por qué?— ha vuelto a resultar precipitada y, por esa misma razón, entre otras, será un sonoro fracaso, salvo que se entienda con Ciudadanos para una eventual moción «instrumental».
Mariano Rajoy debe convocar elecciones e irse. Es una exigencia de decencia democrática después de la ominosa sentencia de la primera época del caso Gürtel que, además de condenar civilmente al PP como partícipe a título lucrativo de los delitos perpetrados, acredita una contabilidad B en la organización, resultado de un «sistema de corrupción institucional».
Rajoy debe convocar elecciones e irse. Es una exigencia de decencia democrática después de la ominosa sentencia del caso Gürtel
La corrupción en este partido no es solo económica. La reacción a la resolución de la Audiencia Nacional, incalificablemente soberbia y escapista, demuestra que la dirección de la formación registra unos estándares éticos y cívicos muy por debajo de las exigencias de una democracia digna de tal nombre.
El presidente del Gobierno —que creyó ganar oxígeno entregando al PNV un obsceno botín presupuestario el pasado miércoles— tiene la intención de atrincherarse en la Moncloa aunque no pueda salir de allí sin que se le caiga la cara de vergüenza. En su indigencia política, el gallego sigue pensando que resistir es ganar, cuando, en realidad, hacerlo es tratar de sobrevivir pactando con el diablo de la indignidad como en la leyenda del doctor Fausto: terminará en el infierno.
El planteamiento de Rivera es el correcto: hay un antes y un después de la condena por el caso Gürtel. Aunque las relaciones entre el presidente del Gobierno y el de Ciudadanos estaban ya rotas como escribí el pasado sábado, los liberales van decididos a una estrategia de hostilidad sin tregua con el Gobierno de Rajoy y con una reclamación permanente: elecciones generales inmediatas que por imperativo del artículo 115.2 de la Constitución ya solo podrán convocarse cuando se celebre la moción de censura, tras su admisión a trámite por la Mesa del Congreso el próximo lunes.
Aquí de lo que se trata no es solo de sustituir a Rajoy, sino de sentar a Sánchez en la Moncloa con 84 diputados, que tendría que apoyarse en Podemos, herido por el chalet de Galapagar como síntoma de su derrumbe (¿seguirán el lunes Iglesias y Montero al frente de la formación?), debería pactar con los independentistas de ERC y del PDECAT y manejarse con los bucaneros del PNV.
Para ese viaje no se necesitarían las alforjas que propone el secretario general de los socialistas. Lo que procede es devolver la soberanía a la ciudadanía que tiene un especial derecho a ejercerla en una coyuntura tan crítica como esta.
El propósito de la oposición —y la de Sánchez en particular al que se le van votos a Ciudadanos—no es solo liquidar a Rajoy —que ya lo está— sino también poner en evidencia a Rivera que ha dejado de ser una joven promesa, porque la expectativa de su futuro pesa ya mucho más que su pasado.
El propósito de la oposición —y la de Sánchez en particular— no es solo liquidar a Rajoy —que ya lo está— sino también poner en evidencia a Rivera
¿Y si Rajoy, persistiendo en su tradicional contumacia, se atornilla? Entonces, Ciudadanos pasaría a la segunda parte de su estrategia: pactar un Gobierno con el PSOE y situar entre la espada y la pared a Podemos (¿podría negarse?) y conformar un Ejecutivo de mera gestión solo para convocar comicios generales. Sería, como bien dijo Villegas, una «moción instrumental». Y será esa, o no prosperará ninguna otra.
Si esta iniciativa tampoco saliese adelante seguiremos, vergonzante y vergonzosamente, con un Gobierno del PP que ha quebrado toda relación emocional y de confianza con la ciudadanía. Por lo menos hasta que Rajoy se dé cuenta de que el país se le convierte en ingobernable, se atenga al principio de realidad y sea él el que convoque elecciones generales. Improbable, pero no imposible.