Miquel Giménez-Vozpópuli

Tras el fiasco de la Diada de este año – de 1,5 millones en el 2012 a apenas 115.000 – el separatismo ha decidido avivar los odios que conviven en su seno. De aquella lista unitaria que exigía Artur Mas hace años, a sabiendas que precisaba de ERC y las CUP para ofrecer una falsa transversalidad, al momento actual ha pasado mucho. Lo principal: el votante lazi está cabreado con sus lideres a los que tilda de prometer lo que sabían que no iban a ser capaces de llevar a término. Que nadie se engañe. Puigdemont puede tener ahora cierto protagonismo debido a que Sánchez lo precisa para volver a ser presidente, pero el separatismo en Cataluña está de capa caída, peleado y sin moral. El mismo CEO, equivalente al CIS tezaniano, no es capaz de disimular la realidad. Tras años de matraca, propaganda y TV3 a toda mecha, el No a la independencia es la opción del 52% de los catalanes mientras el Si lo es del 42%. Como diría el clásico, tanto sudar ¿pa qué? He aquí un mapa de situación respecto a los partidos que integran esa escudella barrejada que es el separatismo para que el lector se oriente en medio de tantas variaciones de un mismo tema.

Junts. Herederos de Convergencia que tienen a su líder fugado de la justicia española. Carles Puigdemont, héroe de guardarropía que quiere que le paguen a peso de oro lo que no es más que hojalata, ha mantenido desde el primer momento un pulso contra Junqueras. CDC y ERC jamás han podido tragarse. A ERC los tildan de traidores por haber pactado los tripartitos con el PSC y por arrogarse el papel protagonista en las negociaciones con Sánchez. Pero el problema no es de ideologías o estrategias diversas. ERC considera que Junts tuvo su momento y ahora les toca a ellos. Pero como heredar mientras el testador vive es difícil, es imposible una relación normalizada.

Puigdemont puede tener ahora cierto protagonismo debido a que Sánchez lo precisa para volver a ser presidente, pero el separatismo en Cataluña está de capa caída, peleado y sin moral

ERC. Pretenden ser los únicos interlocutores ante Sánchez. Argumentan que consiguieron los indultos y que con Aragonés las cosas funcionan mejor que cuando gobernaban con Junts. A estos no les perdonan que se marcharan del ejecutivo, que defendieran a capa y espada a Laura Borrás y, sobre todo, la radicalización que vive la neoconvergencia inspirada por Waterloo y ciertos sectores del empresariado catalán. Esquerra no quiere la independencia, quiere gobernar una autonomía sin tener que dar explicaciones al gobierno central. Una versión 2.0 del pujolismo. Y mejor con el PSC y los Comuns que con Junts.

CUP. Cachorritos convergentes, aparecen como los más terribles, los anticapitalistas. Pero se mueren por tener escaño en el Congreso, por el uso del catalán en el mismo, por una serie de cosas que no parecen lógicas si lo que quieres es marcharte de España. En teoría se llevan mal con los grandes partidos “procesistas”, Junts y ERC, pero acaban haciendo lo que Puigdemont manda. Donde hay patrón…

Existen también satélites como la ANC, Ómnium o los CDR que siempre han actuado bajo la batuta convergente. Son los encargados de decir lo que los políticos no se atreven y de caldear el ambiente. Puras tropas de choque. El mapa, si tuviésemos que hacer un cuadro sinóptico, se reduciría a dos elementos: herederos del pujolismo y los que quieren sustituirlos. Los que detentaban la patente de corso y los que quieren hacérsela suya. Los amos del tres por ciento y los que creen que ha llegado su turno. Porque la cosa siempre ha ido de eso. Unos que mandaban en el cortijo y otros que querían mandar. Nunca fue la independencia, la regeneración, ni el catalanismo. Ni siquiera España, a pesar del visceral y atávico odio anti español de la burguesía catalana. Todo se reduce a un libro de caja y quien lo controla. Lo que sucede en Cataluña no es difícil de entender si despojamos al tema de análisis políticos y vamos al meollo del asunto: la pela, señores. Siempre la pela. Desde Cuba y la sacarocracia hasta hoy.