LA ÚNICA posibilidad de regeneración política en Cataluña pasa por un gobierno de Ciudadanos que apoyen de un modo u otro los socialistas, los populares y acaso los brotes verdes que pudieran surgir de las cenizas del antiguo catalanismo. Algo parecido a un gobierno de salvación, que arrinconara al nacionalpopulismo y que pudiera llevar la limpieza y el orden a las instituciones, a las finanzas y a los medios de comunicación públicos. Aunque la posibilidad de una movilización abstencionista inédita (y selectiva) en la historia electoral catalana no permite descartarlo, esa esperanza es débil porque el grado de intoxicación de la sociedad catalana no afecta solo, ni principalmente, a los políticos. Una situación tal de bloqueo sociológico sólo podría vencerla un liderazgo carismático, arrasador, de potencia de seducción transversal. No parece ser el caso.
Sin embargo, que la dificultad sea notable no debe impedir intentarlo. Especialmente cuando en lo moral y en lo práctico es la única solución posible. En este sentido resulta desmoralizante, aunque nada sorprendente, la actitud de los socialistas catalanes. En vez de aportar su ánimo y su fuerza al frente de la regeneración flirtean con la posibilidad de adherirse a una izquierda tripartita, es decir, rota en tres partes. Y lo más extraordinario: dicen hacerlo en nombre del realismo, dada la dificultad de la suma alternativa. Nadie puede negar esa dificultad, y yo el primero. Pero la participación del Psc en el tumulto nacionalpopulista sería tanto o más dificultosa, e igualmente fracasada, de lo que fue para aquel primer Pedro Sánchez la tentación de un gobierno alternativo a Rajoy. El socialismo catalán se presentará a las elecciones descartando por igual la vía insurreccional como el referéndum de autodeterminación. A cada cual le toca examinar cuánto hay de convicción en esa doble negativa y cuánto de obligación dictada por la esperanza del Psoe de gobernar España. Pero, en cualquiera de las dos hipótesis el resultado no cambia: por más que le pese, el Psc está más cerca de Ciudadanos que del partido Podemos. De modo que le convendría hacer de la necesidad virtud y luchar apasionadamente para que no cuaje la hipótesis por ahora más probable, que es la de una Cataluña no solo ingobernable, sino encima gobernada por don Mariano Rajoy Brey, 155 presidente de la Generalidad de Cataluña.