Francisco Rosell-El Debate
  • En suma, como verbalizó Rufián, «dure Sánchez un mes o dos años, hay que aprovecharlo». Hacen caja con un moribundo al que sus cómplices decidieron donar este miércoles una UCI a expensas del próximo informe de la UCO o auto judicial

En su novela Adolphe, el gran liberal francés Benjamin Constant subraya que «el carácter lo es todo» secundando la apreciación de Heráclito de que éste determina el destino del ser humano. A su juicio, «no podemos romper con nosotros mismos» porque uno no se enmienda por desplazarse de lugar o situación. Bajo esa premisa, se puede establecer cierta analogía entre el personaje de Adolphe, cuyo egoísmo y autocompasión hace descargar sus culpas sobre espaldas ajenas, y el de Pedro Sánchez al que sus socios mantienen artificialmente con vida en una moribundia de la que obtienen pingües negocios.

Es lo que cabe colegir de lo sucedido en el pleno deliberativo sobre la corrupción de un Pedro flaco para el que todos son pulgas celebrado el miércoles por unas Cortes dominadas por una mayoría parlamentaria a la contra a la que sólo une sostener a quien, a cambio de las mieles e hieles del poder, favorece el egoísmo de esas tribus. Consintiendo su sistémica degeneración, merced a la cual se enseñorea del PSOE y del Gobierno, esas minorías avivan su proyecto plurinacional, a la par que la vicepresidenta del Gobierno y líder sin cargo de Restar, Yolanda «Lucecita» Díaz, se encomienda en su telenovela a Santa Rita agarrada al clavo ardiendo de Sánchez para no perder su oropel.

Sin duda, la más explícita es la portavoz de EH-Bildu, Mertxe Aizpurúa, quien ha transitado de señalar los objetivos del tiro en la nuca a marcar el designio de quien declaró «con Bildu no vamos a pactar, si quiere lo digo cinco veces o veinte durante la entrevista». Para los bilduetarras, la debilidad de Sánchez es providencial para supeditar el Estado a las denominadas nacionalidades mientras despersonalizan la corrupción endilgándosela genéricamente al «régimen constitucional del 78». Otro tanto el golpismo catalán. ¿Qué interés podrían albergar estos enemigos confesos de España en regenerar lo que quieren arrasar si el jefe de «la banda del Peugeot», con sus latrocinios de familia, partido y gobierno, les facilita la faena derruyéndola desde dentro? En su cinismo sanguinario, los asesinos del coche-bomba y el «impuesto revolucionario» aparentan escandalizarse e imparten lecciones de ética a la vez que se reparten las ganancias del Casino de La Moncloa, como el capitán Renault en «Casablanca».

En suma, como verbalizó Rufián, «dure Sánchez un mes o dos años, hay que aprovecharlo». Hacen caja con un moribundo al que sus cómplices decidieron donar este miércoles una UCI a expensas del próximo informe de la UCO o auto judicial. Ahora bien, sin retratarse en una moción de confianza como exige el parlamentarismo. O dimitiendo para que se invista otro candidato –como el premier canadiense Trudeau– o anticipando comicios como el canciller Scholz– para que el electorado resuelva la papeleta. A diferencia de Suárez y de González, Sánchez no quiere ni muerto arriesgar las prerrogativas que le ahorre el viacrucis del resto de «la banda del Peugeot», así como de su mujer y su hermano.

A este respecto, no hay que echar en saco roto que, en medio de las baladronadas contra el PP al que no le perdona que le eligiera lehendakari y presidente de las Cortes, el portavoz socialista, Patxi López, presentó al PSOE como víctima del lawfare y exteriorizó que «no vamos a permitir que gobiernen en este país los que no pasan por las urnas» en una vindicación de lo que el kirchnerismo llama «el Partido Judicial» en su tentativa para rehuir la condena por sus crímenes y podredumbres con la Casa Rosada de trinchera. Por eso, el sostenimiento del fiscal general tras imputarlo el Tribunal Supremo, tiene visos de ensayo para blindar a Sánchez si la contrarreforma judicial de Bolaños no llega a puerto y evitar lo que teme como una vara verde.

En ese brete, el pleno del miércoles sirve de poca cosa a éste tras no responder a una sola pregunta y exhibir una batería de medidas de saldo que, a su lado, la carabina de Ambrosio es una sofisticada arma de combate. A su habitual cúmulo de mentiras ni siquiera aportó esta vez el tono y la convicción que las hiciera digeribles para, al menos, el tendido socialista. Para más inri, el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, le infligió un estoconazo letal «por do más pecado había» reprochándole ser «partícipe a título lucrativo del abominable negocio» de la prostitución de su suegro, Sabiniano Gómez, justo cuando recolectaba votos para tapar su putiferio con la bandera de la abolición del comercio carnal del que vivía su familia política y del que se sospecha que financió su carrera política y académica incluida su plagiada tesis. Algunas de esas saunas, con él ya de capitán del PSOE, fueron escenario de las grabaciones para chantajear a políticos y empresarios de los que se jactó el excomisario Villarejo almorzando con el exjuez Garzón y la luego ministra Delgado. Ante esa «red vaginal», la fiscal exclamaba jocunda «¡éxito asegurado!». Aquella cloaca ha desaguado en la que creó Santos Cerdán con Leire Díez de oficiala de fontanería.

Como enseña Voltaire, «entre lobos, conviene aullar de vez en cuando», y Feijóo parece haber aprendido que el modo de callar a Sánchez es desafiándole en su terreno. Más cuando la degradación, como reprueba el último informe de la Comisión Europea sobre el Estado de derecho en España, desnuda a quien cree estar vestido como el rey del cuento al que engaña el mendaz sastre. A ojos de la nueva portavoz del PNV, Maribel Vaquero, su desabrigo lo cubre una hoja de parra cuya caída no será bajo los auspicios de sus aliados, sino por las pesquisas policiales e instrucciones judiciales. O salvo que se metiera por medio la cruel sonrisa del destino de Pablo Iglesias después de hacer presidente a quien ha podemizado al PSOE refundado por un González al que hoy acusa de corrupción y al que ya no defendería si Iglesias le recrimina, como en 2016, tener «el pasado manchado de cal viva».

Por desquite, Iglesias puede estar tentado de usar el piolet contra Sánchez y, de paso, contra la «malmenorera» Yolanda Díaz, a la que encaramó a la Vicepresidencia y le traicionó como es tradición en ella desde que era novicia, a fin de consolidar y agrandar el «sorpasso» de Pudimos a Restar. Ello imprimiría un giro imprevisto a los acontecimientos por parte de quien le gusta navegar en las turbulentas aguas de la excepcionalidad y que le arrimó a Sánchez los apoyos inaccesibles entonces para él en su aventura rupturista. Si en las negociaciones postelectorales de abril de 2019 Iglesias refirió no sin sorna que «la posibilidad histórica de que Sánchez sea presidente es una sonrisa del destino que él tendrá que agradecer», ahora ésta tornaría en cruel pesadilla de verano en el Palacio de la Mareta. «Toda vida –constata el filósofo alemán Wilhelm Dilthey– es una misteriosa trama de azar, destino y carácter».