Olatz Barriuso-El Correo

  • Da la sensación de que los aliados del presidente no sólo se han cansado de su política efectista, sino que se preparan para el ‘sálvese quien pueda’ ante otro posible adelanto electoral

«La noticia es que España reconocerá los escombros que quedan en Palestina tras diez años diciendo que lo haría». «La política del Gobierno en Oriente Medio es la legitimación del terrorismo satánico». La primera frase es de Gabriel Rufián y la segunda de Santiago Abascal y ambas, leídas juntas, dan la medida del pleno celebrado esta mañana en el Congreso, un acto hiperbólico de campaña electoral en el que Palestina se ha mezclado con Argentina y Begoña Gómez con la peluca del novio de Ayuso en un juzgado de Madrid. La sorpresa es relativa viniendo de donde venimos: del muro, del ‘me gusta la fruta’ o del ministro Óscar Puente recibiendo el Premio Limón, que comparte con Bárbara Rey, con un vídeo en ensayadísima pose institucional con fondo de limoneros en el que glosa los gin tonics perfumados con cítricos que se echa al coleto cierto asesor de cierta presidenta.

No cabe la ingenuidad: no se podía esperar sosiego ni política de Estado ni un discurso mínimamente constructivo en un debate que servía de coartada para escenificar el arranque de una carrera hacia las urnas que PSOE y PP enfocan como un plebiscito sobre sus respectivos líderes y no como una oportunidad para poner coto a los populismos que acechan al proyecto europeo. Unas elecciones a la Eurocámara lastradas por la desafección política y el desinterés ciudadano pero propicias para cobrarse revanchas, apuntalar estrategias o utilizar la política exterior como ariete en provecho propio.