Ni la consulta, ni las manifestaciones, ni el diálogo son métodos sustitutivos del terror, sino complementarios. El lehendakari busca el préstamo de un voto de EHAK, un solitario ‘bai’ en comisión de servicio, para sacar adelante su artefacto. Lo tendrá, si eso contribuye a enredar más la madeja, aunque ETA subrayará la obviedad de que ella tiene la llave del Parlamento vasco.
El sábado por la tarde se celebró en San Sebastián la manifestación más nutrida que la plataforma contra el tren de alta velocidad, AHT Gelditu! (Parad el TAV), ha llevado a cabo hasta la fecha: 6.500 asistentes según este periódico, «miles y miles» estimaba Gara. Al frente de la manifestación, juntos y algo revueltos, dirigentes de ANV, históricos de HB y miembros de LAB. Ocho horas más tarde, a las dos y media de la madrugada, un artefacto hacía explosión en las oficinas de una empresa concesionaria de las obras de la Y vasca, así llamada por la forma del trazado. Era el segundo atentado que sufría la misma empresa en 20 días.
La portavoz de Ibarretxe, Miren Azkarate, tuvo dudas la primera vez y calificó de «coincidencia» el ataque a una empresa concesionaria de las obras: «Presumir de estos datos que ETA ha llevado a cabo su primer atentado contra las obras del TAV es exagerado». Desde hace año y medio, el proyecto de la Y vasca ha sufrido una treintena de atentados y actos de sabotaje, por los que han sido detenidas 80 personas en todo este tiempo y la portavoz habla de «su primer atentado». Impresionante.
ETA tiene cierta experiencia en causas medioambientales. Ahí están sus éxitos en los casos de la central nuclear de Lemóniz y la autovía de Leizarán. Con la manifestación y el atentado del sábado, ha vuelto por donde solía: a Dios rogando y con el mazo dando. Sus expresiones polimorfas suscriben una causa, se manifiestan por ella y unas horas más tarde, ETA traza un subrayado enfático mediante la comisión de un atentado.
El acto terrorista también puede cometerse antes. El 25 de abril de 1986, ETA saludaba el comienzo de las conversaciones asesinando en Madrid a cinco guardias civiles muy pocas horas antes de que una delegación de cinco peneuvistas encabezada por Arzalluz compartiera mesa y mantel con otros cinco de HB encabezados por Esnaola en la herriko taberna de Vergara para hablar de sus cosas. Ninguno de los 10 consideró conveniente suspender aquel almuerzo de trabajo.
Exactamente seis meses más tarde, Herri Batasuna había convocado una manifestación a favor de la negociación en Bilbao. Por la mañana, un comando de ETA colocó una bomba sobre el techo del automóvil en el que viajaba el gobernador militar de Guipúzcoa con su mujer y su hijo menor, matando a los tres en el acto. La manifestación de aquella tarde, siete años justos después de que los vascos (las vascas también, naturalmente) votaron el Estatuto en referéndum, fue multitudinaria. Ni uno solo de los asistentes expresó la menor protesta por el triple asesinato de la mañana.
Aunque la portavoz del tripartito no lo sepa aún, los terroristas han adoptado la lucha contra la y griega como otra de sus causas populares. Es, después de todo, una letra extraña al alfabeto vasco, aunque tampoco pueda entenderse tanta inquina contra ella: al fin y al cabo, tampoco es española. Ibarretxe, erre que erre, insiste en que su consulta es «la llave» para el fin de ETA. Ni la consulta, ni las manifestaciones, ni el diálogo son métodos sustitutivos del terrorismo, sino complementarios. El lehendakari se está trabajando el préstamo de un voto de EHAK, un solitario bai en comisión de servicio que le permita sacar adelante su artefacto. Lo tendrá, si eso contribuye a enredar más la madeja, aunque ETA no renunciará a subrayar la obviedad de que es ella quien tiene la llave del Parlamento vasco, contra lo que absurdamente sostiene el lehendakari. Y lo subrayará como sabe, por supuesto.
Santiago González, EL MUNDO, 2/6/2008