ABC – 17/12/14
· Atacaron un colegio gestionado por el Ejército y asesinaron a al menos 148 personas Los terroristas se disfrazaron de militares y dispararon a quemarropa.
Los fundamentalistas del grupo Tehrik e Taliban Pakistan (TTP), alianza de grupos islamistas unidos bajo el paraguas talibán, dieron ayer un paso más en su escalada de terror con una matanza de niños sin precedentes en una enloquecida guerra contra las autoridades de Pakistán que dura siete años. Al menos 148 muertos, de ellos 132 niños, y 245 heridos fue el balance ofrecido por la Policía tras el asalto de un comando yihadista a un colegio gestionado por militares en Peshawar, ciudad situada junto a la frontera con Afganistán. «La operación de combate terminó, el personal de seguridad lleva a cabo la operación de limpieza», declaró a Afp el oficial de Policía Abdulá Khan al caer la noche después de nueve horas de batalla campal entre los yihadistas, que retuvieron a decenas de alumnos en el recinto como escudos humanos, y las fuerzas especiales paquistaníes.
Pocas horas después del ataque terrorista de Sídney, los talibanes demostraron que el nivel de violencia que soportan los paquistaníes es de otra dimensión. Las poblaciones locales de estos países son las que más duramente sufren las consecuencias de un terrorismo que ya no conoce límites ni escrúpulos.
Un comando formado por al menos seis militantes escaló uno de los muros del centro escolar en Peshawar y penetró en las instalaciones cuando se calcula que había unos 500 estudiantes en el interior. Disfrazados como soldados, pertrechados con fusiles de asalto y cinturones de explosivos fueron clase por clase disparando a todos los menores que encontraban, según testimonios de los supervivientes. Las fuerzas de seguridad rodearon la zona y lanzaron de inmediato una operación de limpieza bloque por bloque hasta que mataron a los seis talibanes que lanzaron el ataque. Tardaron cerca de nueve horas en abatir al último de ellos, nueve horas de disparos, explosiones y gritos que las familias que se habían acercado hasta el centro escolar vivieron con horror.
Cuando comenzaron a llegar las primeras imágenes de los pequeños con sus uniformes escolares huyendo despavoridos del lugar y de los accesos repletos del hospital Lady Reading al que eran trasladados los heridos llegó el tétrico comunicado de los talibanes. Estos aplicaron su visión particular de la ley del talión y su portavoz, Mohamed Umar Jorasani, aseguró que los atacantes utilizaron a francotiradores y a suicidas a quienes «se les ordenó disparar a los estudiantes más mayores, pero no a los niños», con el objetivo de «vengar» a los combatientes muertos en la ofensiva «Zarb-eAzb» (afilado y cortante) que mantiene abierta el Ejército en la zona tribal de Waziristán del Norte y en la que desde el 15 de junio habrían muerto 1.800 militantes, según recogen fuentes militares. «Queremos que sientan nuestro dolor» señaló Jorasani, y por eso «seleccionamos esta escuela, porque el gobierno también ataca a nuestras familias». Lo de «no disparar a los niños» es una falsedad, ya que los pequeños que lograron escapar afirmaron que los terroristas atacaban indiscriminadamente a todos los escolares.
Ofensiva del Gobierno
«Zarb-e-Azb» es el último intento del Gobierno de Islamabad –que cuenta con el respaldo de aviones no tripulados de EE.UU.– para acabar con los santuarios de los talibanes en las áreas tribales fronterizas con Afganistán, una extensión de terreno que supone aproximadamente el 25 por ciento de la superficie actual de Pakistán, un área que va de Quetta a Peshawar. Miles de soldados participan en una operación lanzada a mediados de junio con el objetivo de limpiar la zona de insurgencia antes del final de la operación de la OTAN en el vecino Afganistán. El primer ministro paquistaní, Nawaz Sharif, llegó al poder en mayo de 2013 con la promesa de iniciar un proceso de paz con los insurgentes pero, como ocurrió con sus antecesores, no hubo ninguna posibilidad y, a los pocos meses, recurrió a la mano dura para intentar reconducir una situación cada vez más inestable.
«El diálogo no funciona porque el problema de fondo es el doble juego, el intento de diferenciar entre talibanes buenos y malos, e intentar utilizar a los primeros. Ejército y servicios secretos están detrás de muchos grupos y algunos se les van de las manos. Es una política suicida», lamenta Ana Ballesteros, doctora en Estudios Islámicos y autora del libro «Pakistán», para quien, «ahora que se va la OTAN de Afganistán, las autoridades tienen la urgencia de mantener la operación militar en la frontera para seguir pidiendo armamento a Estados Unidos, pero hay más terroristas en el Punjab (en la frontera con India) que en Waziristán ( junto a Afganistán)».
ABC – 17/12/14