- La primera aproximación al acuerdo entre Trump y Netanyahu hace evidente la restitución de un escenario muy similar al anterior al 7 de octubre. Mientras Hamas guardaba, silencio todas las naciones árabes mostraban su apoyo al acuerdo. Hasta Sánchez se apresuró a subirse al barco sin consultar con sus socios
Desde el pasado lunes sabemos que el final inmediato de la guerra de Gaza depende exclusivamente de que Hamás entregue -vivos o muertos- a los rehenes que todavía están en su custodia, rinda sus armas y ceda el poder. Ayer Hamas dio muestras de intentar negociar las condiciones. Algo que creo que no está en posición de hacer.
Una de las cosas que mejor hizo Donald Trump en su primera Administración fue gestionar los egos de los dirigentes de la región. Y es que ése es un asunto del que él sabe mucho. Los acuerdos de Abraham fueron un paso gigantesco hacia la paz y la normalización de relaciones diplomáticas en la región. Esos acuerdos también trajeron el progresivo aislamiento de Irán en la región. Y no olvidemos que Hamás, financiado por Irán, perpetró la masacre del 7 de octubre para que provocase la inevitable reacción israelí que desbarataría el inminente establecimiento de relaciones diplomáticas entre el Reino de Arabia Saudí y el Estado de Israel.
La primera aproximación al acuerdo entre Trump y Netanyahu hace evidente la restitución de un escenario muy similar al anterior al 7 de octubre. Mientras Hamas guardaba silencio todas las naciones árabes mostraban su apoyo al acuerdo. Hasta Sánchez se apresuró a subirse al barco sin consultarlo con sus socios de Gobierno. Tampoco tiene nada de extraño. Sabemos desde hace años que no hay un solo país árabe que quiera ayudar de verdad -de boquilla, casi todos- a los palestinos. Los problemas que conllevó acogerlos en Jordania, en Líbano y en Túnez fueron enormes para esos países.
Confieso que soy un tanto escéptico sobre el resultado final de estos acuerdos. Es probable que Hamas anuncie que acepta el documento. E incluso que entregue a todos los rehenes. A partir de ahí, la entrega de todas las armas es mucho más difícil, por más que Qatar haya empezado a presionarles después del ataque quirúrgico israelí en Doha.
Pero también es posible que Hamas se quede con parte de los rehenes, que son los que le dan fuerza ante Israel. Y con su armamento. Eso también está previsto en el acuerdo: lo firmado se aplicaría en las regiones de Gaza bajo control israelí con otros países árabes instalando una administración y desplegando sus ejércitos. Los terroristas de Hamas harían bien en pensárselo dos veces y rendirse, pero no es probable que piensen mucho. Y si no aceptan el acuerdo, Israel tendría luz verde para llevar su plan de limpieza de Hamas hasta el final.
Está por ver si Tony Blair, con experiencia diplomática en la región, finalmente jugará un papel en la administración de Gaza como han anunciado algunos medios anglosajones. Lo que es muy relevante es que el propio Trump se ha situado a sí mismo al frente de una «Junta de la Paz» que supervisaría al comité de tecnócratas palestinos encargados de la reconstrucción. Eso es lo más parecido a bajar al barro. Y nunca hemos visto a ningún presidente de los Estados Unidos llegar hasta ese punto. Sí, Jimmy Carter juntó en Camp David a Menahem Beguin y Anuar al-Sadat, pero comparado con los terroristas de Hamas, el mariscal Sadat era como san José de Calasanz.
P.S. Anoché seguí extasiado en el canal de Televisión Española 24H el asalto de la Armada israelí a la «Flotilla de la Libertad». Insuperable espectáculo. Sobre lo que ocurrió, nadie nos dijo -como me apuntó un buen amigo- que «La judería siempre tuvo gran sentido del humor, demostrado en literatura, teatro y cine. Hoy lo han aplicado a su Marina de Guerra, las inefables flotillas y nuestro Furor: el buque usado para interceptarlos estaba tripulado, de comandante a grumete, exclusivamente por mujeres. ¡Formidable! ¡A ver qué dicen nuestras milicianas!» Como cabe imaginar, no dirán nada. Su mensaje es solo para los medios adictos. Para nuestro Equipo Nacional de Opinión Sincronizada. No hay más.