FERNANDO REINARES-EL CORREO

  • Pese a haber crecido en Ripoll, los terroristas que atentaron en Cataluña hace cinco años estaban convencidos de que ser buenos musulmanes les obligaba a matar a no musulmanes

La próxima semana se cumplen cinco años de los atentados de 2017 en Barcelona y Cambrils, donde la tarde del 17 de agosto y la madrugada del día siguiente seis terroristas asesinaron a 16 personas, hirieron a 140 y dejaron afectadas por secuelas psíquicas a otras 200. Esos terroristas eran parte de una célula de diez individuos que se encontraba enlazada con la organización yihadista Estado Islámico, entonces con base en Siria. Pero, salvo el líder del grupo, un imán marroquí de mediana edad, los demás miembros eran adolescentes y jóvenes que, pese a haber crecido en Ripoll y haber sido escolarizados en esta localidad gerundense, terminaron convencidos de que ser buenos musulmanes les obligaba a matar a no musulmanes.

Uno de ellos, en un vídeo grabado pocos días antes de los atentados, hablaba con animadversión de los «cristianos» afirmando que «Alá nos ha elegido entre millones de hombres para haceros llorar sangre». Otro clamaba que «Alá nos ha prometido el paraíso y a vosotros os ha prometido el infierno». Otro más se exhibía con un cinturón de explosivos mientras decía que para confeccionarlo «lo único que hace falta es creer en Alá y tener un odio exagerado a los infieles». Y aún había entre ellos un menor -hasta tres integrantes de la célula de Ripoll se radicalizaron siendo menores de edad- para quien «todos los españoles son malos», porque «nos prohíben usar el burka».

Al proceso mediante el cual llegaron a hacer suyas esas ideas se llama radicalización violenta. En el caso de los terroristas de Ripoll, se trató de un proceso asociado al islamismo radical o excluyente que es el salafismo. Pero la radicalización violenta puede producirse respecto a otro tipo de ideologías sociales o políticas. También puede incidir entre personas de más edad y entre mujeres, aunque en estos supuestos suelen conducir a formas diferenciadas de implicación. Además, solo una parte de quienes se radicalizan acaba implicada en actividades relacionadas con el terrorismo, como ocurrió con los muchachos de Ripoll que atentaron en Barcelona y Cambrils.

Cinco años después, su caso sirve como pretexto para volver sobre lo que sabemos de los procesos de radicalización yihadista que se desarrollan a partir de ese modo fundamentalista de entender el credo islámico que es el salafismo. ¿Qué es lo principal que la radicalización violenta de los terroristas que atentaron en Barcelona y Cambrils desveló respecto a quiénes son más vulnerables de caer en esos procesos? ¿En qué medida nos ha permitido entender mejor cuándo, dónde y cómo resulta más verosímil que los procesos de radicalización yihadista influyan sobre musulmanes que viven en España?

Una tercera parte de los lugares de culto islámico en Cataluña estaba y está controlada por salafistas

Acerca de quiénes son más vulnerables a los procesos de radicalización yihadista, lo más relevante en el caso de los que integraron la célula de Ripoll es que -al contrario del imán que los lideraba, el cual había entrado en España ilegalmente desde Marruecos una década y media antes de actuar como emprendedor de esa célula- pertenecían al segmento social de la segunda generación. Es decir, habían nacido o crecido en España, aunque descendientes de marroquíes que inmigraron por motivos económicos. Al igual que en otros países europeos, estas segundas generaciones de ascendencia musulmana son desde mediados de la pasada década un segmento de población especialmente propenso al extremismo yihadista.

En torno a cuándo resulta más probable su radicalización, los miembros de la célula de Ripoll lo experimentaron en el contexto de un ciclo de movilización yihadista sin precedentes en Europa Occidental desde 2012 hasta 2019, cuyo punto álgido se situó en 2014 y 2015. En este último año se radicalizaron ocho de ellos, de entre 15 y 21 años. Esto es, esos procesos de radicalización persisten desde los orígenes del yihadismo global a mediados de los ochenta del pasado siglo, pero su frecuencia se incrementa, entre personas en tramos críticos de su desarrollo vital, cuando acontece un ciclo específico de movilización promovido por organizaciones yihadistas activas en zonas de conflicto.

Respecto a dónde es más verosímil que se produzcan los procesos a través de los cuales hay adolescentes y jóvenes musulmanes que terminan por justificar religiosamente el uso de la violencia y del terrorismo contra no musulmanes, lo que puso de manifiesto el caso de los miembros de la célula de Ripoll es que su radicalización yihadista no fue algo fortuito. Cataluña se había convertido en uno de los principales escenarios de radicalización y reclutamiento yihadista dentro de España. Este hecho se correlaciona con la mucho mayor presencia salafista en este territorio, donde una tercera parte de todos los lugares de culto islámico estaba y está controlado por salafistas, comparada con la que se da en otras zonas de España.

Y en lo que atañe al cómo, su caso resulta paradigmático. Sus procesos de radicalización yihadista estuvieron determinados por dos factores. En primer lugar, la interacción cara a cara con algún agente de radicalización en oratorios y pisos o en aparcamientos y terrazas de bares bajo la apariencia de encuentros casuales. El imán que lideró la célula fue agente de radicalización común, pero sus seguidores con más años contribuyeron adoctrinando a los de menos edad. En segundo lugar, la multiplicidad de lazos afectivos que los unían resultó decisiva en sus procesos de radicalización y reclutamiento yihadista. No solo es que entre ellos había cuatro pares de hermanos, sino que dos pares eran igualmente primos entre sí.

Ninguno de esos terroristas se radicalizó ‘online’ ni tampoco en prisión. Pero en España persiste la radicalización yihadista en internet o a través de las redes sociales, y la que ocurre en los centros penitenciarios es un serio problema. Y mientras, siguen existiendo conductas que denotan otros vectores de radicalización violenta. Ocurre a menudo en el País Vasco y Navarra con adolescentes y jóvenes adheridos a un nacionalismo radical o excluyente que ensalzan a quienes fueron terroristas de ETA, denigran a sus víctimas y acosan a ciudadanos de ideas políticas diferentes. Sin olvidar que en Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante o Tenerife se han configurado durante los últimos años tramas de radicalización violenta con ideología de ultraderecha. Una tendencia a retener.