- Tres peligros amenazan nuestra convivencia. El Rey los señaló en su mensaje de Nochebuena, el más importante de los nueve que ha pronunciado desde su coronación
España está en peligro y el Rey lo advierte. Sin la beligerancia épica del 3-O pero con la contundencia ética que permite el decorado con un belén al fondo. Un mensaje de Nochebuena no es una invitación al abordaje sino una ponderada reflexión sobre errores y aciertos del año que concluye. Era su noveno discurso navideño y el más difícil, dadas las inflamadas expectativas y las dramáticas vísperas. El Estado de derecho está siendo asediado y dinamitado desde el poder Ejecutivo. Un delirio tan grotesco, una depravación tan devastadora como impulsar una ley feminista para sacar a violadores y pederastas de la cárcel. Inimaginable. Pues está pasando.
El empeño resultó certero, ejemplar. Una pieza cuajada, firme, adornada de una enérgica sutileza, cuajada de irreprochables advertencias e incuestionables reproches a las embestidas lanzadas contra el edificio constitucional por parte de quienes han de salvaguardarlo. Sin matices ni ambigüedades. Con la precisa claridad de quien sabe que su misión es combatir las sombras y preservar la continuidad del unánime pacto del 78..
Sus palabras aterrizaron en un país angustiado por la pesadumbre económica y alarmado por las alarmantes iniciativas de un presidente de vocación absolutista, decisiones despóticas y unos antidemocráticos
Respeto, conciencia, integración, progreso, estabilidad, cohesión, crecimiento, seguridad, fueron las palabras más subrayadas en la breve jaculatoria Real. Con dos pilares firmes en su estructura: la defensa de las instituciones y la Constitución. Esto es, las leyes, ahora acosadas y cuestionadas por el enjambre peronista que se ha aposentado en la Moncloa y alrededores. No fue la homilía pascual de un Rey ‘blandengue’, de una figurita de mazapán, un mero figurante de utillería, como algunos presagiaban y hasta porfiaban. Sus palabras aterrizaron en un país angustiado por la pesadumbre económica y alarmado por las alarmantes iniciativas de un presidente de vocación absolutista, decisiones despóticas y usos antidemocráticos.
Decidida y esencial resultó la firme exhortación del jefe del Estado a la consolidación de un marco de convivencia que ahora se advierte amenazado por al menos tres de sus principales costados: División, deterioro de la convivencia y erosión de las instituciones. Resultaba vano señalar los elementos que animan, impulsan y potencian estos tres males que alimentan la inestabilidad y el odio: el sanchismo gobernante y el golpismo disolvente, dos lacras tóxicas que se han adueñado del timón de la Nación y que laboran en comandita para disolver cuatro décadas de quizás irrepetible convivencia.
Frente al populismo, libertad. Frente al golpismo secesionista, democracia. Esas normas básicas que han de regir un Estado de derecho y que cada segundo se ven más amenazadas
Ya se escuchan voces disgregadoras, las de siempre, que aventan la venenosa cizaña con mensajes desgastados, eslóganes infames, argumentos de arcada. El mensaje del Rey es fascista, de ultraderecha y reaccionario. Lo de siempre. Lo inquietante es que cada día que pasa, este griterío infame se piensa más firme, sin obstáculo alguno que impida su avance. El Congreso demediado, los medios perseguidos, la Justicia hostigada y a dos minutos de su depuración, en suma, todos los elementos que conforman el imprescindible ejercicio del contrapoder están siendo objeto de un ataque feroz. Esa carcoma de la unidad y la concordia, auspiciada, apoyada y jaleada desde Moncloa, no se detendrá hasta ver consumada su labor. «Sánchez tendrá sus presupuestos gracias a los que quieren marcharse de España», proclamaba Otegi, su pareja de baile. «Lo volveremos a hacer», canturrean los liliputienses del gordinflas Junqueras.
Frente al populismo, libertad. Frente al golpismo secesionista, democracia. Una normas básicas y elementales que han de regir en un Estado de derecho y que cada segundo se ven más amenazadas. Mencionó el monarca «tiempos de incertidumbre» y perfiló un retrato voluntarioso y levemente optimista en una España «valiente y abierta» que busca «la serenidad, la paz y la tranquilidad». En conclusión, «decidir nuestro destino juntos». Bueno sea ese mínimo guiño de esperanza en boca de quien ha de enarbolarla como un estandarte ante un país que asiste, catatónico y casi vencido, al demoledor avance de sus enemigos. Pocas defensas quedan ya en pie ante la ofensiva de los bárbaros. El Rey, unos cuantos espíritus valientes y, sin duda, el puñetazo implacable de las urnas que ya llegan. Si es que las permiten libres.