José María Carrascal, ABC 20/12/12
«Como cuantos se empecinan en el error, Artur Mas ha cometido tres encadenados. Con lo que en vez de resolver la situación la ha complicado. Sobre todo, para él».
Lo malo no es el primer error. Un borrón se le cae al mejor escribano, y un error lo comete cualquiera. Por eso suelen perdonarse sin dificultades. Lo malo es el segundo error, sobre todo si sigue al primero. Un segundo error consecutivo indica dejadez, incuria, desaliño y hasta malicia. Por lo que no se perdona fácilmente. Pero lo que ya no se perdona de ninguna manera es un tercer error tras los anteriores, que trae el rechazo inmediato y categórico de quien lo comete, al demostrar tanta incapacidad como escaso juicio.
Artur Mas ha cometido los tres errores, uno tras otro.
Primero, dio por finalizada su legislatura cuando apenas había alcanzado la mitad, para convocar nuevas elecciones que nadie le pedía. Posiblemente, creyó que podía montarse en la ola entusiasta de la Diada, que le llevaría a una Cataluña independiente poco menos que en volandas. De ahí que se pasase de la noche a la mañana al independentismo más radical, anunciara que no respetaría las normas del Estado español que le habían llevado al alto cargo que ocupaba y pidiera al pueblo catalán una gran mayoría para cumplir sus planes. Con lo que demostró que, por no saber, ni siquiera sabía lo que deseaban sus propios electores, pues muchos que le habían votado anteriormente se pasaron a Esquerra Republicana de Cataluña. O sea que su deriva nacionalista había servido para engordar la otra formación del mismo signo. Mucho olfato no demostró con ello el candidato de CiU.
Su segundo error fue insistir en él, o sea, elegir a ERC como socio de gobierno. Es verdad que los dos partidos comparten objetivos soberanistas y, juntos, forman una sólida mayoría, imposible de derrotar en el Parlamento catalán por más que se unan todas las demás fuerzas políticas. Pero la aritmética matemática no es la aritmética política. Dos y dos, en matemáticas, son cuatro. En política pueden ser cinco, seis, incluso siete. Pero también pueden ser tres, dos, uno e incluso cero, si los dos se anulan mutuamente. Cosa que puede ocurrir en este caso, pues CiU y ERC se disputan el mismo voto, lo que trae, lo quieran o no, rivalidad. Si a eso se une que sus programas económicos contienen más diferencias que semejanzas –el de uno representa a la derecha tradicional; el del otro, a la izquierda de toda la vida–, tendremos una tensión constante en el Palau de la Generalitat, con uno de los dos cediendo. De entrada, y según todos los indicios, es, y seguirá siéndolo, Mas. Su segundo error.
El tercero puede ser su puntilla: ha actuado contra los intereses y posiblemente deseos de sus electores naturales, aunque no lo proclamen en voz alta. Mas ha aceptado celebrar la consulta soberanista en 2014, como exigía su socio, mientras que los suyos no tenían ninguna prisa en ella, ya que lo que les interesaba era solucionar los problemas económicos de Cataluña. Y no contento con eso, ha aceptado un impuesto sobre los depósitos bancarios, que va directamente contra las clases medias y altas que CiU representa o representaba. Nos dicen que tal impuesto, con el que se espera recaudar 500 millones de euros anuales, no va a repercutir en los depositantes. ¿En quién va a repercutir entonces? ¿En los bancos? ¡Pues buenos están los bancos catalanes y españoles para que les vengan con nuevas cargas! Lo que necesitan es que se las quiten, para empezar a dar de nuevo créditos. Nada de extraño tiene que, nada más anunciarse la noticia, no sólo las instituciones financieras, sino también las organizaciones empresariales catalanas, anunciaran su oposición a la medida. Y, repito, ese ha venido siendo el mayor caladero de votos de CiU.
Artur Mas había hecho correr entre los periodistas que le seguían que si buscaba un pacto con ERC era para evitar que se escapara hacia el extremismo nacionalista. Ha sido él quien se ha escapado hacia el nacionalismo más extremo, recordándonos aquel chiste de Gila: «Capitán, he hecho un prisionero». «Muy bien, tráelo». «Es que no me deja». Ha sido el abrazo del oso, sólo que dado por el más pequeño. Junqueras le va a impedir moverse, o únicamente en el penoso terreno de los recortes y de los impuestos, mientras él se ciñe el laurel del glorioso nacionalismo. Un negocio ruinoso desde cualquier punto que se mire, sólo explicable por la lamentable situación en que ha caído el president. Pues Mas ha sido derrotado dos veces: primero en las urnas, luego al formar gobierno. Y posiblemente lo será también al gobernar, cuando las diferencias entre ambos socios empiecen a surgir y sus votantes, en especial los de CiU, muestren de forma cada vez más abierta su malestar.
Eso, por no hablar de los errores de fondo. La convocatoria de esa consulta, referéndum o como quieran llamarla, fijada para 2014, carece de toda base jurídica y legal. En España, sólo puede hacerla el Gobierno del Estado, con determinados requisitos. Internacionalmente, el derecho a la autodeterminación –que es el que se invoca– sólo lo tienen los pueblos coloniales. Y los catalanes no son un pueblo colonial. Cataluña no es una colonia. Es una comunidad autónoma con más poderes propios que la mayoría de sus equivalentes en Europa. El no admitirlo puede ser el cuarto error. Y el más doloroso, porque vivir al margen de España no va a ser fácil ni barato para Cataluña. Pero vivir al margen de Europa puede resultarle angustioso. Justo lo contrario de lo que CiU viene predicando y persiguiendo.
¿Está Mas todavía a tiempo de evitar caer en el precipicio, a cuyo borde se encuentra? Teóricamente, sí, ya que en política siempre hay marchas atrás. Pero lo veo difícil porque ha tenido la ocasión y no la ha aprovechado, siendo ya demasiado tarde para ello. Que se haya buscado como socio al más peligroso para él, en vez de a unos socialistas completamente desmoralizados y, por tanto, fáciles de manejar, indica hasta qué punto el fracaso electoral le dejó herido de gravedad y muy lejos de su mejor forma. En vez de ser el Moisés que llevaba a su pueblo a la tierra prometida, Artur Mas lo está llevando hacia un espejismo en medio del desierto. Ortega decía que el gran déficit de España era de dirigentes. Cataluña no parece ser una excepción. Puede incluso que los políticos catalanes sean peores que los del resto de España, que ya es decir. De ahí que lo único que cabe hacer es dejar que sus errores le pongan en su verdadero sitio.
José María Carrascal, ABC 20/12/12