Miquel Giménez-Vozpópuli

Simón Bolívar debía alojarse en una posada y su edecán se dirigió por carta a tal efecto al posadero. En ella le instaba a tener dispuesta “Una habitación digna del Libertador, una opípara cena, heno para su montura etc. etc. etc.”. Llegó, pues, Bolívar, cenó suntuosamente y cuál no sería su sorpresa cuando, entrando en el dormitorio, se encontró a tres hermosísimas mulatas en cueritatis en la cama. El edecán le gritó al posadero que qué carajo era aquello y el hombre, aterrorizado – pues Bolívar fue siempre un déspota tirano y vesánico – murmuró “Que va a ser, señor, las tres etcéteras que me había pedido para Su Excelencia”.

Mucho nos tememos que la correspondencia que circula entre Puigdemont y Sánchez vía Boye-Asens – Yolanda Díaz ni pincha ni corta nada en esto – pueda también albergar algún error de interpretación. De entrada, lo que algunos denominan “negociación” no es tal. Los dictados del de Waterloo son simplemente las condiciones previas para, una vez cumplidas, empezar a hablar en serio. Y todas se refieren a las circunstancias judiciales del primo de Waterloo y su corte de faraón, amén de todos quienes le han acompañado en esa locura que ellos denominan pomposamente “mandato del pueblo”. Es, y Sánchez lo sabe, el precio para que las escenas de la plaza Urquinaona o el aeropuerto de El Prat no se repitan, al menos con la misma intensidad, porque hay un sector del separatismo que no traga con estas componendas.

Forzoso es decir que sin el apoyo de los grandes partidos lazis, su intensidad sería mucho menor porque nadie hace nada gratis y menos esta gente

Ahora, en un nuevo gesto “conciliador”, Sánchez ha solicitado de Europol vía Marlaska, ese ministro del Interior siempre tan bien mandado, que rectifique con respecto a los CDR. Ignoramos la cara que puso Catherine de Bolle, directora ejecutiva del organismo, cuando leyó que la inteligencia policial española ya no considera como hasta hace cuatro días que los Comités de Defensa de la República sean “Los más activos y violentos de España”, o “El peligro que supone la combinación del separatismo con la extrema izquierda” o su equiparación en peligrosidad con el yihadismo. Puigdemont lo ha dicho, no se puede hablar con aquellos que no demuestran respeto a la legitimidad democrática del independentismo, incurriendo siempre en la misma falacia de siempre. Nadie es perseguido por ser independentista en nuestro estado de derecho. Lo son quienes infringen la ley cometiendo actos que la vulneran. Esto no es Francia, Portugal o Alemania donde partidos como Junts o ERC, simplemente, no existirían por ser considerado ilegal querer romper la unidad territorial.

Pero el reloj hace tic tac y Sánchez quiere amarrarse los votos puigdemontianos o al menos su abstención si en Coalición Canaria deciden apoyarlo. Curiosa formación ésta, que igual vota Feijoó que Sánchez. Un ejemplo magnífico de equidistancia, sí señor. Desde luego, las próximas semanas, si Feijoó no sale investido este viernes, cosa harto difícil, serán para verlas y tomar nota. Una mezcla de vodevil de baja estofa, drama trágico decimonónico y, eso sí, muy ejemplificante. Porque si esto pasa es porque la gente vota lo que vota o no vota cuando debería hacerlo. Que a nadie se le olvide esto. No son Sánchez o Puigdemont o Yolanda Díaz o Bildu el problema. El problema somos nosotros, que no hemos acabado de comprender el texto de la obra que estamos representando. Como aquel posadero con las tres etcéteras.