Los vascos y los navarros llamados a votar hoy -1.728.984 personas en Euskadi y 468.216 electores en la comunidad foral- no solo elegirán con su papeleta la nueva composición de los ayuntamientos y a quienes ocuparán durante los próximos cuatro años los sillones de diputado foral y los escaños del Parlamento navarro.
También contribuirán a perfilar un mapa político que, con toda seguridad, y debido al regreso de la izquierda abertzale tradicional al conjunto de las instituciones, se verá alterado sustancialmente. A medio camino entre los comicios autonómicos que impulsaron el Gobierno del cambio de Patxi López y los que, dentro de dos años, decidirán si la sociedad vasca lo avala o prefiere otras fórmulas, los partidos han querido convertir la cita con las urnas de hoy en una especie de reválida que les permita mantener sus posiciones -en el caso del PSE-, consolidar el giro hacia el aperturismo y el pragmatismo con nuevas cotas de poder -objetivo del PP- o aglutinar en su seno a amplias capas de votantes nacionalistas para tomar impulso en la carrera hacia Ajuria Enea, como pretende el PNV.
No obstante, dos factores bien distintos han añadido incertidumbre y ‘sal’ a una campaña que se prometía anodina -con cierto miedo de los protagonistas a perder apoyos, más que ambición por ganarlos- y que así ha sido en los mensajes, pero no en su impacto general. La normalidad se ha dejado sentir también en las calles, donde, por primera vez en décadas, no se han registrado actos de kale borroka y, salvo casos aislados, tampoco amenazas ni intimidaciones a los candidatos. Tampoco ETA ha hecho acto de presencia a través de sus comunicados, como algunos temían.
La calle ha sido ‘tomada’, en cambio, por ciudadanos hastiados, abrumados por el túnel sin salida en que se ha convertido la crisis económica y decepcionados con una clase política cada vez más profesionalizada. La movilización de los ‘indignados’ vascos ha ido creciendo en los últimos días: falta por ver cuál será su efecto en las urnas. Aunque los abanderados del movimiento 15M no propugnan la abstención, los partidos coinciden en que la participación será hoy una de las claves del 22M. Los minoritarios podrían rentabilizar el descontento ciudadano o, paradójicamente, verse perjudicados por él si se incrementan, por ejemplo, los votos en blanco.
Si las protestas ciudadanas han obligado a los partidos a modular sus mensajes y convulsionado el final de la campaña, sus primeros compases estuvieron marcados por la decisión del Constitucional de dar luz verde a las listas de Bildu. Su irrupción en las instituciones -con una considerable fortaleza, según los sondeos más recientes- será decisiva para dibujar el reequilibrio de fuerzas en Euskadi y Navarra. En la comunidad foral, por cierto, las elecciones servirán para dilucidar qué hacen los socialistas navarros con la llave que, previsiblemente, podrían entregarles las urnas: favorecer la continuidad de UPN al frente del Ejecutivo o apostar por pactos con Na-Bai, que tiene el reto de seguir siendo referente abertzale pese a la llegada de Bildu.
Parece cantado que el regreso de la izquierda abertzale -que en 2007 solo pudo presentarse parcialmente en las candidaturas de ANV- tenderá a simplificar el mapa político vasco y a hacer menos densa la ensalada de siglas, sobre todo en el espectro nacionalista. Aralar, Ezker Batua y Hamaikabat aguardan con la respiración contenida el veredicto de las urnas y cruzan los dedos para no quedar barridos de unas instituciones que exigen obtener como mínimo un 3% del voto válido -en el caso de las Juntas- o del 5%, en los ayuntamientos, para obtener representación.
Sin mayorías absolutas
Un resultado que, a buen seguro, desterrará de las instituciones vascas las mayorías absolutas y obligará a los partidos a pactar para garantizar la gobernabilidad en un momento de aguda crisis económica que parece exigir ejecutivos fuertes y sólidos. El reto no es sencillo y el debate incomoda a todos: la entrada de Bildu dificultará, por una mera cuestión arimética, la reedición del pacto PSE-PP que funciona en el Gobierno vasco. A partir de ahí, el abanico de posibilidades es amplio pero complejo y podría desestabilizar el acuerdo que mantiene a Patxi López en Ajuria Enea. Sus propios firmantes han hecho votos por mantenerlo, pero admiten que estos comicios no están exentos de riesgo.
Cada partido tiene su afán. Los jeltzales afrontan el reto de consolidar su hegemonía en Euskadi, concentrar el sufragio nacionalista en su sigla y rentabilizar los frutos, en forma de traspasos, de su arriesgada apuesta por sostener a José Luis Rodríguez Zapatero. También necesitan mantener sus actuales cotas de poder -las tres diputaciones están en sus manos- para arrancar en buenas condiciones la carrera hacia Ajuria Enea.
No obstante, solo en Vizcaya el viento les es favorable; la posibilidad de que Bildu sea primera fuerza en Guipúzcoa pondría a Joseba Egibar, que siempre ha defendido la concentración de fuerzas abertzales, en la tesitura de pactar con el PSE para impedir que la izquierda abertzale gobierne el territorio. En Álava también tendrían que contar con los socialistas para cerrar el paso al PP. Pero en Sabin Etxea parecen descartar un pacto más o menos generalizado con el PSE, porque descafeinaría el argumentario jeltzale.
Los socialistas vascos encaran, probablemente, el examen más difícil. El PSE deberá no solo intentar soslayar el desgaste de sus dos años al frente del Gobierno vasco, sino también el efecto negativo de la brutal caída de popularidad de José Luis Rodríguez Zapatero, que tendrá consecuencias en Euskadi y, sobre todo, en territorio alavés. Los socialistas confían en aguantar el tirón sin excesivos aprietos en sus feudos tradicionales. Mientras tanto, sus socios preferentes del PP interpretan los comicios de hoy como el inicio de la segunda fase de la etapa que se abrió tras la marcha de María San Gil. Tras abrir su mensaje y posibilitar el cambio, los populares buscan ahora gobernar las instituciones -la Diputación de Álava y ayuntamientos como el de Getxo- para seguir reubicándose como fuerza decisoria en el panorama vasco.
Bildu espera sacar provecho del barniz de victimismo que los vaivenes judiciales dieron a su candidatura y el largo tiempo sin atentados de ETA, aunque la irrupción de los ‘indignados’ les ha hecho apresurarse a puntualizar sus «coincidencias» con ellos. La coalición soberanista ya daba por descontado que lograría capitalizar el voto más ‘rebelde’.
EL CORREO, 22/5/2011