Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 29/6/2011
Sigue abierta la ventanilla de las apuestas, y el poder decisorio pasa a manos del PNV. Descartado el apoyo de los catalanes a los Presupuestos, los vascos pueden poner precio. Si hay acuerdo, urnas en marzo. Si el precio es inasumible, dispónganse a votar en octubre o noviembre.
E stado de la nación, primera parte: todo sigue abierto. Mariano Rajoy, el contundente, no ha conseguido que Zapatero confiese que adelantará las elecciones, pero ZP tampoco citó el mes de marzo como fecha. Quedamos, por tanto, en la misma duda de calendario y en la misma tensión estratégica. Sigue abierta la ventanilla de las apuestas, y el poder decisorio pasa a manos del PNV. Descartado el apoyo de los catalanes a los Presupuestos, los vascos pueden poner precio. Si hay acuerdo, urnas en marzo. Si el precio es inasumible, dispónganse a votar en octubre o noviembre.
Es un poco triste que la primera conclusión de tan importante debate sea esa, pero el resto es historia ya vivida: un presidente que trata de hacer bueno su balance; un jefe de la oposición que se afana en destruir todavía más al gobernante; un Duran i Lleida que emerge siempre como el hombre del sentido común y del acuerdo, y un barullo de los diputados que parecen responder únicamente a los estímulos de la demagogia. Las palabras razonables no las aplauden ni las patean. Las cargas populistas y agresivas se jalean como grandes aportaciones a la cultura política. Es la parte del circo.
Todo tuvo un eje que se llama Rodríguez Zapatero, responsable del estado del país. Ya importa poco lo que diga, porque se despidió, y un hombre que se despide es un hombre que se justifica. Ayer dijo el discurso que debería haber dicho hace tres años: el discurso del realismo y la dureza de la crisis; la petición y oferta de colaboración «gobierne quien gobierne»; la orientación social de su política. Él sabe perfectamente cuál es su balance. Sabe el juicio que merece a los españoles, que se han expresado el 22 de mayo y hablan en las encuestas. Su preocupación final es justificarse, congraciarse con sus votantes de izquierda, preparar el terreno a Rubalcaba y pasar a la historia como un gobernante social. Personalmente, se lo respeto.
Y todos los ojos miraban a Rajoy. Rajoy habla muy bien. Hace discursos casi perfectos. Emociona escuchar su vehemencia. Consigue indignar con su descripción del desastre. Pero tiene un problema: solo se dedica a descalificar. Parece un tertuliano de la derecha dura. De quien pronto será jefe de gobierno tenemos derecho a esperar algo más. No su programa, pero sí un análisis más serio sobre las causas y la salida de la crisis. Sí un diseño de la España que piensa construir. Sí un apunte de las políticas que quiere hacer. Habría ganado mucho.
Y una curiosidad: el vencedor oculto del debate ha sido el 15-M. Los indignados estuvieron de fondo de muchos discursos. Obligaron a Duran i Lleida a defender la política. Merecieron guiños abundantes. Y Zapatero anunció un apoyo a las víctimas de las hipotecas impagadas. Si no es un triunfo del movimiento del 15-M, merece serlo. Es su primera victoria política sin escaño. El éxito de su rebelión.
Fernando Ónega, LA VOZ DE GALICIA, 29/6/2011