El Correo- ALBERTO AYALA
Si Jonan Fernández insiste en acercarse al terrorismo de ETA desde la equidistancia es tan sólo porque tiene el aval de Urkullu
Desde la página 1 Jonan Fernández, todopoderoso secretario general de Derechos Humanos, Convivencia y Cooperación de Ajuria Enea por decisión del lehendakari Urkullu, vuelve a encontrarse en el ojo del huracán. ¿Motivo? El de siempre: la equidistancia que rezuman los vídeos y el resto del material que ha preparado su oficina con el dinero de todos para trasladar a las aulas vascas la historia de ETA.
El mismo día en que este periódico les informaba, ayer, de la enésima exhibición de insultante equidistancia de Fernández, una veintena de asociaciones y fundaciones de víctimas, incluidas la AVT y Covite, exigía la retirada del material. También el PP y el PSE –firme aliado de gobierno del PNV pese a ésta y a otras controvertidas actuaciones jeltzales como el pacto soberanista con EH Bildu para reformar el Estatuto.
En todos ellos una misma percepción tras haber visualizado el material de la polémica. Que para deslegitimar a ETA es imprescindible usar un lenguaje claro, nítido. Y que el terrorismo no puede explicarse diluido junto a otros conflictos, como vuelve a hacer Fernández para intentar colarnos la mendaz teoría del conflicto.
José Antonio Pastor, portavoz parlamentario del PSE, partido que al igual que el popular ha exigido a Ajuria Enea cambios de fondo en el material antes de trasladarlo a las aulas, resumía en una frase su exigencia: «Lo que deben saber los jóvenes vascos es que aquí se mató por pensar diferente, que eso jamás debió ocurrir y que fue tremendamente injusto», condensó.
La sociedad vasca ha dejado atrás la pesadilla del terrorismo de ETA, derrotado por la democracia sin haber logrado ni uno solo de sus objetivos políticos. Ahora lo que toca es ir cicatrizando heridas poco a poco. Y trabajar intensamente para construir un relato veraz de lo sucedido, de forma que la izquierda abertzale, que durante décadas acompañó y jaleó a los terroristas, no consiga colar entre los más jóvenes una versión falsa de lo ocurrido.
Con este horizonte por delante resulta absolutamente lamentable la labor de un Jonan Fernández que ayer aún se atrevía a mostrarse «indignado» con las críticas a su trabajo. Y más aún que quienes le colocaron en el relevante puesto que ocupa, el lehendakari Urkullu –cuya actitud ética y política siempre ha sido de rechazo inequívoco a ETA– y el PNV callen y, por tanto, otorguen.
Los desafortunados vídeos con los que se pretende mostrar a nuestros jóvenes la pesadilla etarra llevan el marchamo de Jonan Fernández. Pero son, además, los vídeos del lehendakari Urkullu.
Si el jefe del Ejecutivo vasco tuviera que hacer alguna objeción sobre el trabajo de su fichaje estrella en materia de Paz y Convivencia, el material no se hubiera presentado públicamente. Y ayer, tras la tormenta que se desató a raíz de la documentada información publicada por este periódico tras visionar con detenimiento todo el material, el propio Urkullu lo hubiera comunicado en lugar de pasar el cáliz a su colaborador para negar lo evidente.
Fernández es un problema para lograr una paz con memoria. La verdad –que no implica ocultar nada, sino tan sólo no mezclar hechos de forma maliciosa en busca de justificaciones intolerables– y el imprescindible respeto a las víctimas exigen un cambio de rumbo inmediato. Tal persistencia en el error y luego en taparlo no pueden ser casuales.