Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 2/5/12
Una de las críticas más justas y severas del PP al Gobierno socialista tras el estallido de la crisis fue que aquel improvisaba, lo que, entre otros problemas, daba lugar a una intranquilidad social que, lejos de ayudar, impedía crear el ambiente de confianza que el país necesitaba.
Rajoy proclamó este domingo ante sus huestes madrileñas que en lo que queda de legislatura habrá reformas «cada viernes». Tal formulación recuerda peligrosamente a la estrategia de aquel pueblo berlanguiano (Fuentecilla) que, para superar su postración, se inventó unas apariciones de San Dimas (¡inconmensurable Pepe Isbert!) que habrían de devolverle la riqueza. Los jueves, milagro -cumbre del cine español, cuando aquel no necesitaba subvenciones- es la historia de un fraude inocentón, pero también de una ingenua trapallada en un país de charanga y pandereta. El Gobierno de Rajoy tiene, sin duda, el derecho que le da una amplia mayoría a impulsar las reformas que estime necesarias. Tiene, además, la ventaja de que, frente a sus dolorosos ajustes y recortes, nadie ha planteado de momento en España alternativas verosímiles que partan de aceptar un hecho ineluctable: que nuestra política económica se hace dentro de la UE, donde, salvo lo que pudiera aportar Hollande de novedoso si se convierte este domingo en presidente de la República francesa, no hay a la vista otra estrategia que la de evitar futuros rescates que acabarían con el euro.
Pero una cosa es que Rajoy esté legitimado para impulsar su acción de gobierno -frente a la que nadie ha propuesto hasta la fecha, y con seriedad, otra diferente-, y otra muy distinta que aquella se haga a trompicones y provocando una desconfianza que podría acabar por parecerse a la que nació con Zapatero.
Aunque es claro que en situaciones de crisis los países viven en una montaña rusa que obliga a tomar medidas de hoy para mañana, ese imponderable debe ser compatible con que el Gobierno explique de una vez cuál es su agenda a medio plazo, cuáles los tiempos para ponerla a funcionar y cuáles los objetivos prioritarios que se persiguen con esta vuelta de calcetín al que estamos asistiendo en muchos campos.
Es fácil comprobar que la idea de que la crisis es tan grave como para adoptar medidas de gran envergadura ha calado en sectores muy amplios de la población, dispuestos a ser comprensivos con ajustes y recortes siempre que se les convenza de que el esfuerzo será para que todos mejoremos y no para que los de siempre se llenen los bolsillos. Cuatro meses después de llegar a la Moncloa, Rajoy sigue aún disponiendo, por eso, de un margen de maniobra muy notable. Pero si se empeña en perderlo con su silencio clamoroso puede estar seguro de que sucederá así mucho antes de que pueda darse cuenta. Y entonces todo sería más difícil. Sí, todavía más difícil.
Roberto Blanco Valdés, LA VOZ DE GALICIA, 2/5/12