Victoria Prego, EL MUNDO, 1/6/12
Han sido varios días de negociaciones, de incertidumbres y de dudas. Los principales grupos parlamentarios de la oposición se han estado reuniendo entre sí y cada uno por separado con el grupo popular, que con su mayoría absoluta por bandera, no se priva de comportarse con la aplastante seguridad que le dan sus 186 escaños y, a veces, con una suficiencia poco política cuando, como ayer, se debaten asuntos de gran trascendencia.
Pero se equivoca quien crea que lo que se abordaba en esos conciliábulos era el contenido del decreto de saneamiento de la banca española o, yendo un poco más arriba, el futuro de España en Europa o incluso el mismísimo futuro del euro en estos tiempos de máxima crisis, no sólo española. Porque no han sido asuntos de alto vuelo los que se han tratado en esas reuniones.
Nada de reflexiones y/o aportaciones a la necesidad de reforzar el gran proyecto político europeo, nada sobre la existencia, en este momento, de una encrucijada histórica para la UE y desde luego para España.
Las cuestiones que se han estado poniendo sobre la mesa y que han acabado llevando a abstenerse al PSOE y a CiU –cuyas respectivas posiciones estaban destinadas a determinar muy considerablemente el valor final del decreto–, han sido asuntos de corto recorrido, casi privado, circunstancial, de consumo interno.
¿Qué ha impedido, por ejemplo a los nacionalistas catalanes dar su voto afirmativo a este decreto que, con todos sus defectos va a ser tramitado como proyecto de ley lo cual les va a permitir introducir algunas modificaciones? Fundamentalmente, que el Gobierno no ha contado con ellos para su elaboración, que no se les ha hecho caso. Es responsabilidad del PP abrir sus filas para escuchar a los otros, eso no es discutible. Pero también es responsabilidad de los otros retratarse en una votación que habría podido tener una considerable potencia política si hubiera contado con un respaldo de los grupos más relevantes de la Cámara. Porque, además de lo que afecta directamente a España, era también la orientación y el futuro de un sistema financiero europeo lo que estaba detrás del texto que se votaba ayer.
Algo parecido pero mucho más tenso y hasta con un punto de dramatismo interno le sucedió al PSOE. Su voto en contra se habría hecho difícil de explicar a nadie sensato. Es más, la dirección del partido habría votado incluso a favor si se le hubiera dado la posibilidad de celebrar una negociación con el PP de la que sacar rédito en forma de espacio político de relevancia. Pero, al final, fue una cierta promesa por parte del ministro de Economía de incluir algunas garantías en la futura ley, lo que llevó al secretario general del PSOE a abstenerse. Eso, a todo tirar. Él también, y por razones de negociación de corto alcance, decidió instalarse ayer en esa tierra de nadie, tan poco valiente.
La táctica de ponerse de canto es impropia de partidos que se pretenden solventes y se reclaman genuinamente europeistas. Pero ambos, PSOE y CiU, se movieron ayer en un tono muy menor y en una clave ramplonamente doméstica. Así que un texto importante que comprometía a España un poco más ante Europa salió adelante sin pena ni gloria.
En fin, quizá todavía haya tiempo para que el debate de la ley levante el vuelo y coja la mínima altura que el asunto exige.
Victoria Prego, EL MUNDO, 1/6/12