Nacho Cardero-El Confidencial
- Quienes solicitan el indulto de Griñán arguyen que no se enriqueció con el caso de los ERE, como tampoco se lucraron los líderes independentistas
Ya hay más de 3.000 firmas recogidas solicitando el indulto para José Antonio Griñán. Los primeros fueron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Luego les siguieron Susana Díaz y Alfonso Guerra, entre otros. El desfile de ilustres, mucho me temo, no terminará aquí. Justifican la medida de gracia con variopintos argumentos. Cuando les preguntas, responden lo mismo: Griñán es un hombre honrado. Si bien resulta curioso que muchos de los que criticaron en su día el indulto a Oriol Junqueras vean ahora con agrado el de Griñán, más llama la atención el significado que adquiriere el término ‘honrado’ en los tiempos actuales. Donde muchos veíamos una cualidad, la de las personas que obran con rectitud, ahora otros ven una condición, la de ‘ser amigos de’.
Por esta lógica, igual que Junqueras salió de la cárcel gracias a la capacidad de influencia del independentismo catalán sobre el Ejecutivo de coalición, Griñán se merece un trato similar al tratarse de un socialista de pro y porque, en palabras de Pedro Sánchez, no deben pagar justos por pecadores. La espiral resulta perversa. Tan perversa que el día de mañana Luis Bárcenas podría optar al indulto bajo la excusa de haber sido el chivo expiatorio para sacar a los populares de la Moncloa. Al fin y a la postre, Bárcenas es un hombre honrado. Todos los míos son honrados.
Quienes solicitan el indulto arguyen que Griñán no se enriqueció con el caso de los ERE, como tampoco se lucraron los líderes independentistas, lo que es una forma irresponsable de banalizar tanto los graves acontecimientos ocurridos el 1 de octubre de 2017 en Cataluña como el fraude millonario en la concesión de ayudas sociolaborales en Andalucía. ¿Acaso Griñán no se benefició del sistema clientelar tejido con los ERE? ¿Habría sido presidente de la Junta sin el mismo?
Los firmantes hacen referencia igualmente al sufrimiento personal producido por la larga duración de la instrucción y del posterior juicio, y al estrecho margen del Supremo (tres votos a favor, dos en contra) en la confirmación de las penas impuestas en primera instancia por la Audiencia Provincial de Sevilla. Si Oriol Junqueras y demás líderes secesionistas fueron indultados bajo el paraguas de la ‘utilidad pública’, ¿por qué no Griñán?
El indulto es una prerrogativa conforme a una ley de 1870 con reminiscencias feudales que ningún partido se ha atrevido a tocar y que legitima al Gobierno para sacar de la cárcel a quien considere, bien por lazos de amistad, bien por motivos espurios tales que ganarse a un aliado. Luego lo camuflarán con otros argumentos de pátina leguleya para convencer a una opinión pública un tanto reacia a aceptar semejante trágala, pero la realidad es que los privilegios de los que se benefician los delincuentes políticos no valen para los delincuentes comunes. Los segundos, a diferencia de los primeros, siempre van a dar con sus huesos en la cárcel.
Tampoco comulgan bien estos indultos con la separación de poderes de la que hablaba el barón de Montesquieu en su libro ‘Del espíritu de las leyes’ (1748), considerada, al menos hasta ahora, columna vertebral de las democracias liberales. La separación de poderes implica un sistema constitucional de controles y equilibrios que debería servir para limitar los excesos, pero que en la práctica, en estos tiempos líquidos, se ha convertido en la casa de tócame Roque. No por nada, ‘The Economist’ ha sacado a España del ‘ranking’ de democracias plenas, que son aquellas que respetan las libertades políticas y donde las sentencias de los tribunales se cumplen, para colocarla en el ‘ranking’ de democracias defectuosas o con imperfecciones.
Por muy legal que sea, no se puede estar subvirtiendo el Estado de derecho a golpe de indulto. Sobre todo cuando el uso se convierte en abuso con el objeto de ayudar a uno de los nuestros. Porque los nuestros, como diría Manolo Summers, son gente buena.
«No hubo enriquecimiento personal, tampoco hubo financiación de partidos políticos y lo que sí hubo fueron dimisiones hace más de un lustro asumiendo sus responsabilidades políticas», dijo el presidente del Gobierno en un tono que anticipa lo que está por venir. La pregunta del millón es: ¿por qué Pedro Sánchez, al que el futuro de Griñán le importa lo mismo que la clasificación de Armenia en el último festival de Eurovisión, se muestra tan proclive a la medida de gracia?
A la espera de que se pronuncie Unidas Podemos, para Sánchez el tema del indulto es un ‘win-win’. Si se lo conceden, el presidente gana, pues tendrá la posibilidad de congraciarse con ese PSOE histórico que le venía dando la espalda justo en el momento que más lo necesita, al comienzo del nuevo curso electoral; y si finalmente se lo bloquean, el presidente tampoco pierde. Siempre podrá decir que lo intentó… y no le dejaron.