Javier Caraballo-El Confidencial
- El ‘coqueteo’ político de Olona en Andalucía ni es nuevo ni, desde luego, es la primera vez que se especula con la posibilidad de que sea ella la candidata de la extrema derecha
Vox inició su despegue cuando irrumpió en Andalucía y ahora no puede permitirse que Andalucía certifique su ocaso o su estancamiento electoral. Por eso está experimentando con Macarena Olona, por el temor a que esta comunidad se convierta en un tropezón que les hará recorrer trastabillados todo el periodo electoral que arranca en las elecciones andaluzas de 2022, probablemente en primavera, sigue con las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023 y finaliza con las elecciones generales de finales de ese mismo año, en el caso de que Pedro Sánchez decida agotar hasta el límite la legislatura actual.
Hace tres años, el partido de Santiago Abascal ni siquiera tenía previsto presentarse a las elecciones andaluzas, pero lo decidió a última hora y aquella apuesta se convirtió en la mejor propaganda nacional en la que podría haber invertido el partido, porque duplicó y hasta triplicó el número de escaños que le vaticinaban los sondeos y, además, el PSOE, hegemónico durante 40 años en esta comunidad, perdió por primera vez todas las opciones de formar Gobierno. El centro derecha conquistó la Junta de Andalucía y Vox se convirtió en la gran noticia de aquellas elecciones. Si en las próximas andaluzas el partido de Santiago Abascal pasa a la irrelevancia y se ve arrollado por el Partido Popular, como ya ha ocurrido en la Comunidad de Madrid, podría significar el estancamiento de esta formación y, por ende, la consolidación definitiva del bipartidismo.
El ‘coqueteo’ político de Macarena Olona en Andalucía ni es nuevo ni, desde luego, es la primera vez que se especula con la posibilidad de que sea ella la candidata de la extrema derecha en las próximas elecciones andaluzas. Aunque no tiene ninguna vinculación con Andalucía —nació en Alicante y ha vivido en el País Vasco y en Madrid—, el hecho mismo de que la situaran como ‘paracaidista’ en la candidatura de Granada ya desató los primeros rumores, a pesar de que, como es sabido, la figura del ‘paracaidista’ es algo frecuente en política y no obedece más que a la necesidad de garantizar el escaño a los principales dirigentes de una formación, repartiéndolos por distintas provincias. Olona, que es una brillante abogada del Estado, ha sido, con diferencia, la mayor revelación de Vox en estos años, al punto de situarse en la actualidad como el principal referente público de la extrema derecha, por detrás de Santiago Abascal.
No existe comparecencia de Macarena Olona ni acto al que asista en el que no se convierta en protagonista en medio de un gran revuelo, no exento de tensiones y palabras gruesas. La mejor muestra es el acto celebrado hace unos días en Cádiz, que hubiera pasado inadvertido si los activistas de extrema izquierda del alcalde de la ciudad, José María González, ‘Kichi’, no se hubieran personado en la misma plaza. Antes que redundar en lo evidente, en cómo se retroalimentan los extremos en política, es mejor detenerse en el videomontaje que Macarena Olona difundió en las redes sociales, porque ahí se la verá en el perfil exacto que podría dar en una campaña andaluza. En ese vídeo de heroína, en ese discurso, con esa música de fondo, se percibe claramente la posible apuesta de la que se habla.
En #Cadiz se aprobó la primera Constitución que reconoció que la SOBERANÍA reside en la Nación. En el pueblo español. Y en Cádiz, cuna de la LIBERTAD, ayer alzamos nuestra voz. Y la bandera española. Adelante. Sin miedo a nada ni a nadie. Sin dar un paso atrás. Gracias, #Cadiz. pic.twitter.com/KGF87ClJBE
— Macarena Olona (@Macarena_Olona) July 28, 2021
Sucede, además, que, incluso de una manera inconsciente, por una mera asociación mental, la notoriedad pública de Macarena Olona lo que termina resaltando es el grave problema de liderazgo que tiene Vox en Andalucía, por la absoluta irrelevancia de sus dirigentes regionales. Tres veces ha cambiado de portavoz y es probable que ni siquiera los votantes más fieles de este partido en Andalucía acierten a decir cómo se llama el actual. El único que era algo conocido fue el primero, Francisco Serrano, el candidato en las últimas elecciones, pero aquella apuesta acabó tan mal como era de esperar en un tipo tan recóndito como él.
En esta cuestión, en todo caso, no podemos pasar por alto la imposibilidad de que un líder regional pueda consolidarse en un partido político como Vox, que abomina del sistema autonómico —de hecho, propone suprimirlo— y lo refleja en su estructura orgánica, férreamente centralizada. Las decisiones políticas y la estrategia siempre se diseñan y se deciden en la sede central de Vox, con lo que sus dirigentes autonómicos no pasan de ser meros transmisores o delegados. En Andalucía, en distintas ocasiones, se ha observado esa dependencia en un discurso zigzagueante, con críticas durísimas y amenazas al Gobierno andaluz del PP y Ciudadanos que, con el paso del tiempo, se olvidaban sin más explicación.
Debemos tener en cuenta, por último, que un partido político como Vox se comporta mejor en terrenos políticos adversos y crispados, cuando actúa como reacción contraria a algo, que en los ámbitos electorales en los que no se pretende derribar nada, como es el caso del Gobierno andaluz. En Andalucía, Vox ya no puede pedir el voto “para poner fin a 40 años de tiranía roja”, como le gusta decir a Macarena Olona, siempre con ese dramatismo suyo de soplete en la tribuna. Con toda probabilidad, cuando llegue la campaña electoral de las elecciones andaluzas, atacarán directamente al presidente Juanma Moreno, al que acusan de haber traicionado a los andaluces, pero les será difícil justificar que esa supuesta traición al programa de cambio haya sido posible gracias a su apoyo en el Parlamento andaluz.También en las elecciones de Madrid, Vox dirigía muchos ataques a Isabel Díaz Ayuso que desaparecieron completamente a medida que crecía la ola de la presidenta madrileña. Y, al final, el Partido Popular creció hasta rozar la mayoría absoluta gracias al trasvase de votos que se produjo desde Ciudadanos y desde Vox. En Andalucía, donde el perfil sociológico de la derecha parece inclinarse más hacia el centro moderado, puede suceder lo mismo. O, en todo caso, que haya votantes de Vox que reserven su ‘voto de castigo’ para las elecciones generales y que en las elecciones andaluzas respalden al PP para que siga gobernando. Cualquiera de los dos supuestos, como se decía al principio, se convertiría en el resbalón que Vox quiere evitar por las consecuencias futuras en el nuevo ciclo electoral.
En política, la aureola de victoria o de derrota que rodea a un partido es tan importante, o más, que el propio mensaje; la imagen de un líder se ve engrandecida o hundida dependiendo del halo de expectativas que lo envuelve. Como ya se apuntó aquí en otra ocasión, eran tres los que aspiraban a sustituir al PSOE y al PP, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal, y ya solo queda uno en pie. En las elecciones andaluzas, Vox se juega mucho más que un puñado de escaños en una autonomía; es mucho más que eso y, por ello, el test de Macarena Olona en estos días de ‘tour’ por Andalucía. Eso sí, si al final es candidata a la Junta de Andalucía, seguro que le recuerdan todos los días en la campaña electoral esa contundencia suya en marzo pasado: “Tal como se me ha trasladado lo de la candidatura lo he comunicado. No quiero elucubraciones: no seré candidata”.